Ese tipo de cosas que no ponen en dimensión. Que nos muestran nuestra talla real frente a la de nuestro planeta. Estos días lo estamos viendo en Hawaii con la erupción del volcán Kilauea.

Lava a cien metros

En ese tipo de fenómenos nos damos cuenta de que no somos tan poderosos cómo nos creemos. Que cuando la Tierra reclama su espacio, nada de lo que hagamos puede detenerla e intentarlo es inútil y peligroso. 

Desde hace unos días, el chimenea del Kialuea está lanzando chorros de lava a más de cien metros de altura. El poco espesor de la lava que emerge hace que esta corra rápida por la isla. De momento ha destruido ya una treintena de casas y cincos grandes infraestructuras, sin contar carreteras, caminos, parques y bosques. Un panorama arrasado por el magma a ciento de grados centígrados. 

Como suele ocurrir, la erupción que todavía continua viene acompañada de seísmos y otros que han llegado a los 6,9 grados en la escala de Richter. También se han abierto al menos 10 fisuras de distinto tamaño cerca de la boca de volcán, lo que hace que más lava se escape por sus laderas. 

Desplazados forzosos

Muchos colegios, oficinas e instituciones se han visto obligados a cerrar. No es tan solo el peligro de ser sorprendido por una lengua de lava. Kilauea está expulsando toneladas de gases tóxicos como dióxido de azufre, lo que ha obligado a evacuar a parte de los casi 200.000 habitantes de los alrededores del volcán. De momento, dos millares de habitantes han sido forzados a desplazarse de sus hogares.

Las autoridades de la isla lanzan mensajes tranquilizadores. Aseguran que el área afectada es relativamente pequeña y que se está controlando la zona para evitar daños personales y minimizar los materiales. Sin embargo, las precauciones siguen siendo extremas dado que existe la posibilidad de terremotos mayores o de la apertura de nuevas grietas que expulsen más lava y gases tóxicos.