Hacía más de una década, desde que la nave Voyager 2 de la NASA visitó este planeta gaseoso, que el proceso por el que se forman las gigantescas nubes de Urano era un misterio.

Hasta ahora. Según publica la revista Nature Astronomy , un grupo de investigadores del Laboratorio de Propulsión a Reacción de la NASA, en Pasadena (Estados Unidos), ha hallado sulfuro de hidrógeno -el gas que popularmente se dice que huele a huevos podridos- en las nubes de este planeta, donde ya se sabía que es imposible el desarrollo de vida tal como la conocemos. Hacía tiempo que se especulaba con la presencia de este gas tóxico para la vida como la conocemos, y para confirmarla, el equipo ha utilizado el telescopio Gemini North en Mauna Kea (Hawái), con el que los investigadores pudieron capturar la luz del Sol al reflejarse en la capa superior de las nubes de Urano y analizarla mediante espectrometría un espectrómetro de infrarrojo cercano (NIFS, por sus siglas en inglés).

En Júpiter y Saturno, en cambio, se aprecia amoníaco por encima de las nubes, pero es probable que también exista sulfuro de hidrógeno en Neptuno. Se certifican así las diferencias entre los llamados “gigantes gaseosos” (Júpiter y Saturno) y los “gigantes de hielo” (Urano y Neptuno).  Esos distingos en la composición atmosférica aportan pistas sobre la formación e historia de los planetas. De confirmarse la composición de las nubes, esta información ayudaría a comprender dónde se formó Urano, su evolución posterior y cómo se produjo su migración. La atmósfera de Urano es, además, un terreno fértil para explorar la historia de nuestro Sistema Solar, y quizá también para entender las condiciones que se dan en otros grandes planetas helados que orbitan estrellas más allá de nuestro Sol.