Vivir con mayores niveles de contaminación atmosférica y densidad de población en los primeros años de vida podría estar asociado con un aumento del índice de masa corporal (IMC), mientras que los espacios verdes y la combinación de usos del suelo –la variedad de edificaciones y servicios– podrían relacionarse con el efecto contrario. Un estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación “La Caixa”, lo confirma.

Este estudio ha analizado por primera vez la relación entre las múltiples exposiciones urbanas y la trayectoria al alza o a la baja del IMC, a partir de datos de casi 80.000 niños de áreas urbanas. Hasta ahora solo se habían realizado estudios con resultados inconsistentes, que no evaluaban las exposiciones de forma simultánea, según explica Jeroen de Bont, investigador de ISGlobal y de la Fundación IDIAPJGol, autor del actual trabajo.

Evitar la exposición a la contaminación del aire y acercarnos a espacios verdes pueden beneficiar la prevención de la obesidad infantil, además de favorecer el crecimiento. Lo opuesto, por supuesto, provocaría el efecto contrario.

El estudio, que ha sido publicado por la revista Environmental Pollution y que fue financiado por la Fundación Marató de TV3, a diferencia de los anteriores, sí analizó las exposiciones de forma simultánea. Se partió de una base de datos de 79.992 niños y niñas nacidos en áreas urbanas entre 2012 y 2013, que fueron seguidos hasta los 5 años. Se estimaron las curvas de crecimiento de IMC, por un lado, y las exposiciones urbanas de cada zona: la contaminación atmosférica, los espacios verdes y el entorno construido, por el otro.

Los espacios verdes y la combinación de usos del suelo estarían asociados a una pequeña disminución del IMC en niños y niñas hasta los cinco años. A eso tenemos que apuntar, porque la exposición a mayores niveles de contaminación del aire y a una alta densidad de población podrían estar asociadas a un pequeño aumento del IMC en la misma franja de edad. En los dos primeros meses de vida es cuando la influencia de esos factores externos es mayor.

Martine Vrijheid, investigadora de ISGlobal y coordinadora del estudio, advierte sobre las precauciones que hay que tomar durante el embarazo. Evitar la exposición continuada a la contaminación atmosférica produce grandes beneficios, porque lo contrario “podría afectar el crecimiento fetal y el riesgo de obesidad”.

Los espacios verdes son una fuente valiosa para la actividad física para la madre y el niño o la  niña, por lo que tienen un potencial efecto beneficioso desde la misma formación del feto hasta los primeros años de vida.

Respecto a la densidad de población, es un apartado que está íntimamente relacionado con el anterior. A mayor densidad de población, mayor nivel de contaminación atmosférica. Pero además, son zonas de más tráfico, lo que provoca inseguridad y, como consecuencia, reducción de los desplazamientos activos. Por eso es importante, en la medida de nuestras posibilidades, alejarnos el mayor tiempo posible de los grandes núcleos urbanos. Afortunadamente, nuestro país ofrece grandes espacios verdes cerca de casi cualquier punto de su geografía, incluso para quienes viven en el centro de sus municipios, y eso permite que nos alejemos con cierta facilidad del fantasma de la obesidad infantil.

Otro factor que afecta positivamente el crecimiento del niño o la niña y la disminución de su IMC es la combinación de usos del suelo, porque esta disminuye las distancias entre el hogar, el trabajo y los servicios, lo que favorece los desplazamientos en bicicleta o caminando.

Tenemos una gran oportunidad de lograr efectos positivos permanentes en la estructura, fisiología y metabolismo del cuerpo del niño o niña. Y todo de una manera que también favorece nuestra propia salud. Está en nuestras manos.