Hace tiempo que la tecnología dejó de ser una herramienta, para convertirse en una necesidad. Somos incapaces de imaginarnos a nosotros mismos sin un smartphone en la mano, sin un portátil en el regazo, sin una conexión a Internet.

Los máximos responsables de las compañías tecnológicas lo saben, por supuesto. Y están dispuestos a hacernos perder libertad y gastar más dinero con sus soluciones supuestamente imprescindibles. ¿Cómo van a hacerlo? Os ofrecemos aquí algunas de las estrategias que están a punto de llegar o ya se están poniendo en práctica.

1.- Velocidad según el sitio
Hoy en día, cualquier sitio [site] de Internet cuenta con la misma velocidad de acceso y descarga. Es decir, un usuario que se conecte a Google tiene la misma respuesta que uno que se conecte a vetetúasaber.com [la velocidad depende de la calidad de los servidores y número de usuarios conectados, no de la red].

Fue bonito mientras duró. La FCC [Federal Communications Commission, el equivalente estadounidense a la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones] acaba de aprobar un plan para considerar el pago de prioridad de descarga de los sitios.

En resumen, las operadoras podrían cobrar a determinadas webs para garantizar el acceso a sus contenidos. La primera pieza que parecen querer cobrarse es Netflix (dedicada a la venta de películas y series de televisión por una cuota mensual). Pero, en el punto de mira están todos aquellos sitios cuyo servicio depende de una determinada velocidad de descarga.

La primera reacción como usuarios puede ser: bueno, pues que paguen. El problema que subyace es que los grandes serán cada vez más grandes y la barrera de entrada será tan alta para nuevos competidores, que simplemente no existirán. En suma, se trata de asegurar el statu quo.

A su vez, esto se traducirá en pérdida de variedad y en quedarnos en manos de unos pocos suministradores de información. Una forma de control sutil, pero eficaz.

2.- Muchos más dispositivos
Hasta ahora, la gran lucha de los fabricantes de dispositivos era la convergencia: un único aparato capaz de hacerlo todo. Así nacieron teléfonos con cámara, reproductor de música y vídeo, lector de libros, etc.

Bien, lo que tenemos por delante es todo lo contrario. Muchos dispositivos con una única función. Y cada vez más especializados y limitados. La mayoría en formato wearable, como gafas, relojes, ropa inteligente y similares.

¿Por qué?, se preguntarán algunos. La respuesta es sencilla: ¿quién quiere comercializar un único dispositivo cuando puede vender una docena? El gasto de los consumidores en ingenios tecnológicos será cada vez mayor. Eso sí, uno a uno nos parecerán más baratos, pero cuando los juntemos todos, nos daremos cuenta de que hemos sido estafados una vez más.

3.- Menos decisiones
A medida que la tecnología se hace más sofisticada, el ser humano toma menos decisiones. ¿Qué implicaciones tiene esto? La principal es que compraremos cosas sin siquiera ser conscientes. Lo más probable es que la responsable de hacer la compra sea nuestra nevera, no nosotros.

Por no decidir, ni siquiera decidiremos qué ver o leer. Los dispositivos serán los que nos ofrezcan los contenidos que consideren que nos pueden interesar.

Una vez más, una forma hábil de controlar nuestros hábitos de consumo y acceso a la información.

4.- Adiós a la privacidad
Cada vez dejamos más información sobre nuestros gustos y hábitos en Internet, tenemos todos nuestros correos electrónicos en la nube, nuestras vidas enteras están en las redes sociales.

El desarrollo del big data, el análisis de nuestro comportamiento a través de la interacción con máquinas, está creando softwares cada vez más sofisticados, capaces de anticipar nuestras acciones futuras, mucho antes que cualquier psicólogo o sociólogo, por supuesto.

Por poner un par de ejemplos de esta misma semana. The Washington Post publicaba el pasado martes un artículo en el que reflejaba la investigación de una empresa neoyorkina, Scarborough, capaz de predecir el voto de los ciudadanos, en base a su forma de utilizar Internet. Por otro lado, el crecimiento de Opentopia.com, una web en la que puedes acceder a las webcams de usuarios, pone de manifiesto la pérdida de valor de la privacidad para muchas personas. Por cierto, entre las webcams disponibles están la del puente de Vizcaya, en Las Arenas, y la de la plaza mayor de Albarracín.

En resumen, menos libertad, más coste y mayor control por parte del poder. Todo lo contrario de lo que pretendía ser Internet…