El pasado día 24 de junio, el Instituto Nacional de Estadística certificó que el crecimiento económico del primer trimestre de 2021 había sido de un -0,4% por debajo de las expectativas creadas en el otoño del año pasado, pero una décima más de las previsiones que se desarrollaron una vez se iba conociendo los efectos del vendaval Filomena y de la tercera y cuarta ola. Unos resultados que combinan bien con las cifras ofrecidas por la Encuesta de Población Activa, que señalaba una ligera caída del paro -aunque también de la ocupación- hasta alcanzar los 3,6 millones de personas, por debajo del pico pandémico de 3,7 millones, siempre teniendo en cuenta la continuidad de cientos de miles de personas en los esquemas de ERTE. El primer trimestre no fue bueno, pero fue mejor de lo que nos imaginábamos en medio del mismo.

Los indicadores para este segundo trimestre, con el avance de las vacunaciones, la baja intensidad de la cuarta ola, y el repunte de la actividad turística, avanzan un buen trimestre para la economía española. El indicador adelantado de la AIREF ofrece un crecimiento intertrimestral del 1,5%, habida cuenta de que el indicador interanual deja de tener sentido -ofrece un 18% de crecimiento interanual- dados los desastrosos datos de 2020. Con todo, la actividad económica se sitúa todavía 9 puntos por debajo de la actividad del cuarto trimestre de 2019. El empleo está dando señales también de fuerte recuperación, con un paro registrado que en Mayo de 2021 logró el descenso más grande de toda la serie histórica, con una reducción de 129.000 personas, y un total de 19 millones de afiliados a la seguridad social, 700.000 más que en mayo de 2020. En definitiva, esperamos que este segundo trimestre consolide la senda de recuperación económica y dejemos atrás los momentos de dudas y, por supuesto, el riesgo de una recesión.

Los indicadores de confianza señalan que estamos en la senda correcta: el índice PMI para servicios se situó en el 59 (por encima de 50 señala expansión, por debajo, contracción de la actividad), y el PMI industrial en un 59,4, su mayor nivel desde 1998. El índice de confianza empresarial se sitúa en 114, a medio camino entre los datos previos a la crisis de la pandemia y el fondo de la crisis en la primavera de 2020. La confianza del consumidor también crece, situándose el índice en un 89 en el mes de mayo, 12 puntos por encima de la nota obtenida en abril de 2021, y en tendencia claramente creciente cuando se mira al futuro.

En definitiva, podemos señalar que hemos dejado bien atrás lo peor de la crisis económica, a expensas de lo que ocurra con el turismo a lo largo de los meses de verano, y con un ojo puesto en la inflación, que apunta hasta el 2,7% en interanual, todavía una cifra difícil de interpretación por los extraños datos económicos de 2020, pero que señalan restricciones de oferta que ya se están haciendo patentes en la oferta en el ámbito de las manufacturas.

En este escenario, la aprobación, por parte de la Comisión Europea, del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Economía Española señala la luz verde a iniciar las inversiones y reformas contenidas en el mismo, lo cual significará un impulso adicional al crecimiento económico en el segundo semestre y en el año 2022. Solamente la deuda acumulada y la necesidad de plantear un marco de consolidación fiscal a medio y largo plazo y la vuelta de la balanza por cuenta corriente a números negativos -fundamentalmente por la ausencia de ingresos por turismo internacional- suponen restricciones importantes para nuestra economía, que puede volar durante los próximos años.

Pero no debemos caer en ningún tipo de complacencia. Los fuertes crecimientos y las expectativas de los próximos trimestres responden únicamente al efecto rebote de la caída de 2020, y no representan, en ningún sentido, una mejora de las condiciones estructurales de nuestra economía, que sigue esperando las reformas planteadas en el plan de recuperación como elementos imprescindibles para mejorar su desempeño económico a medio y largo plazo. Será absolutamente determinante que el gobierno resista la tentación de “surfear” la ola de crecimiento coyuntural sin afrontar las importantes reformas comprometidas en el plan. Si no lo hacemos, terminaremos este ciclo con una nueva oportunidad perdida y no nos lo podemos permitir: es preferible abordar las reformas con valentía y decisión en vez de “disfrutar” de los vientos de cola que durarán al menos un par de años más. Eso es lo que hizo el anterior gobierno y dejó la agenda de reformas económicas prácticamente por estrenar, con todo lo que eso representa.

En esta ocasión, tenemos el incentivo del plan de recuperación. Ojalá aprovechemos el momento para modernizar nuestra economía y mejorar nuestras perspectivas de prosperidad a largo plazo, aunque ahora, en el corto, tengamos que tomar alguna decisión difícil. No conviene dormirse en los laureles.