En la reunión mantenida por Ángela Merkel y el líder de los socialdemócratas alemanes, Franz-Walter Steinmeier, la prusiana le señaló la necesidad de emplear un billón de euros para recapitalizar el sistema financiero europeo, herido de muerte por la falta de liquidez y con casi un jaque mate derivado del impago de la deuda soberana de Grecia, Irlanda y Portugal.

Han llevado a las naciones periféricas al ocaso y, por ende, a los bancos acreedores, mayoritariamente alemanes y franceses. Tan al límite que han estado a punto de dinamitar al euro y, más allá, se han encontrado sin respuesta a la falta de fluidez monetaria en el viejo continente.

Tan es así que lo último que se les ha ocurrido, un pie en el precipicio, ha sido emplear al Fondo de Rescate, vía aseguradora y como vehículo especial de inversión. Una forma de inyectar tímidamente liquidez para que los bancos puedan afrontar sus vencimientos.

Hace meses dijimos en este mismo medio, en ELPLURAL.COM, que la economía alemana sería la primera en resentirse por el hecho de que la incauta Merkel llevara a Grecia al abismo. No había que ser muy sagaz para percibir que gran parte de la deuda griega estaba acumulada en los activos de las instituciones financieras francesas y alemanas.

Ahora que se le va a practicar una quita, ésta va a resultar como un tijeretazo sobre los débiles activos bancarios, o, contado de otra forma: en tanto en cuanto Grecia valga menos, los bancos franceses y alemanes valdrán menos.

A Francia, menos mal, se le ha ocurrido pedir que el Fondo pueda tener licencia bancaria para utilizar la financiación del Banco Central Europeo y así oxigenar el sistema: nadie le ha hecho caso. Porque, ni cortos ni perezosos, los del BCE contemplan impasiblemente cómo el incendio europeo se extiende, ya a las puertas de Berlín, ahora a las de París.

Una crisis financiera y monetaria sólo puede solventarse, al menos desde el principio, a través de una política monetaria y financiera ad hoc al problema que atenaza las economías asfixiadas por la ausencia de liquidez. Debe ser el Banco Central Europeo el garante de una política monetaria cuya expansión relaje los tipos y aliente el crecimiento.

Los líderes conservadores europeos son, eso, conservadores, o, lo que es peor, un grupo de despistados que no saben hacia donde sopla el viento y aviva unas llamas que son incapaces de controlar.

Antonio Miguel Carmona es profesor de Economía y secretario de Economía, Comercio y Turismo del PSM-PSOE

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