Estos días nos desayunamos con gigantescas operaciones de salidas del personal de la banca, más o menos pactadas. Casi 20.000 empleos se podrán perder en este sector en este 2021 de teórica recuperación de las economías cuando la vacuna alcance a la mayor parte de la población. Esta jibarización de los bancarios llega a su clímax después de varios procesos de prejubilaciones pactadas y más generosas para sus exempleados de las que ahora vivimos. Un proceso que ha venido acompañado del cierre de casi la mitad de las sucursales existentes, dejando buena parte de los pueblos españoles sin servicios bancarios, o sea, haciendo buena la temida exclusión financiera. 

En todo el proceso de la concentración bancaria que se ha realizado desde la crisis de 2007, la intervención del dinero público ha estado presente. Incluso el acuerdo de fusión de Caixabank y Bankia ha sido auspiciado por el Estado como primer propietario de la antigua caja madrileña. Si echamos la vista atrás, recordaremos los regalos de Luis de Guindos de los bancos reflotados por el Gobierno (Banco de Valencia, CAM, Caixa Catatunya, etcétera…) al resto de entidades que nunca se ha reconocido como otro rescate a la supuesta banca rentable o la propia creación del banco malo (la Sareb) que, de momento, nos va a costar 35.000 millones de euros. 

El rescate de las cajas con CaixaCatalunya (absorbida por BBVA) al frente junto con el más popular caso de Bankia, más la Sareb, más los regalos con prima para colocar las entidades rescatadas, se ha convertido en un negocio ruinoso en el que hemos participado todos los españoles con nuestros impuestos. Graciosamente –único caso en la Europa del BCE- fueron los accionistas y bonistas del Banco Popular los únicos que pagaron su pato a título particular.

La banca española lleva más de una década convertida en un grave problema para la economía española que ahora se saca el último as de la manga de los despidos de sus trabajadores. A ello, añadir la pérdida de calidad del servicio a sus clientes, además del cobro abusivo de comisiones que en la mayor parte de los casos no se corresponde con la prestación de servicios… es habitual que solo cobren por tener el dinero depositado, nada más.

El tema es complejo y no valen demagogias fáciles cómo dejar quebrar las entidades, lo que supondría en gran medida dejar sin sus ahorros a cientos de miles de españoles. Aunque, tal vez, sería interesante hacer el ejercicio de cuantificar la devolución de los ahorros en relación a las ayudas pagadas por mantener más o menos el tenderete. En este momento, transcurridos trece años desde la crisis financiera de 2007, sería interesante plantearse si se hizo lo correcto o hubiera sido más adecuado acelerar un proceso para limpiar los excesos del ladrillo y adelantarse a la transformación que vive este sector. Algunos de los mandatarios que se dan golpes de pecho sobre lo bien que se hizo el rescate, deberían reflexionar. 

Está claro que vivimos momentos de cambio para el conjunto de la economía y también para el sistema financiero. Las nuevas formas de operar, los competidores tecnológicos del mundo de las finanzas con muchos menos costes que la banca tradicional explican, en buena medida, lo que ahora está sucediendo. Pero han tenido años para irse preparando a estos retos: buscar nuevas formas de ingresos, aligerar costes, participar en nuevos negocios y conseguir un trabajo de excelencia para mantener y rentabilizar a sus clientes. Pocos lo han hecho aunque aparentemente se sumaban al cambio tecnológico y bla, bla, bla. También continúan con sus mismas formas de gestión de los ahorros de sus clientes –normalmente a través de fondos- en los que priman sus propios intereses (comisiones) al éxito de sus fondistas (rentabilidad).

Todo el coste de sus excesos desmedidos como la concesión de hipotecas, primero, y de su negligencia, después, recae en las arcas públicas o directamente en los bolsillos de sus clientes o en las colas del paro de sus trabajadores. Confiemos en que casi después de tres lustros, la banca deje ya de ser un problema y empiece a dar soluciones a la sociedad, a sus clientes y a los trabajadores. Lo de devolver sus prebendas de años, lo doy ya por perdido.