La víspera insistían en que alguien del PNV iba a aparecer en la manifestación para no dejar solo el edificio del Ayuntamiento como si fuese la Bastilla conquistada. Pero no aparecieron. Desde un altavoz insistían en que esos 75.000 manifestantes (según fuentes de la organización) se fuese extendiesen hacia el Campo de Volatín, al otro lado de la plaza donde acaba el puente sobre la ría. Y consiguieron lo que no querían anunciar y el PNV tenia como un nublado: la fotografía maldita de la cabecera de la manifestación, en la entrada central del Ayuntamiento. .

El gobierno municipal, donde los nacionalistas gobiernan con los socialistas cobijados, se situaba detrás de los visillos para ver a los pensionistas del Gran Bilbao concentrarse alrededor del edificio municipal que une el casco viejo con la fachada del ensanche, el Bilbao resplandeciente. Los pensionistas vascos saben que sus pensiones son las mayores de España, pero ya les habían dicho que no se quedarían en casa a los embajadores que envío el PNV a las asociaciones después del pacto con el PP. Antes de que se aprobaran los Presupuestos estatales, los pensionistas ya daban por el pacto por inútil, insuficiente e inclusivo negativo para quienes siguen pensando que ese acuerdo vuelve a apuntalar la reforma que el PP pretende continuar hacia la privatización.

La crisis del PP ha hecho que el PNV saliese con urgencia a lavarse las manos sobre el 155 y Catalunya y el presidente nacionalista arguye ahora que lo suyo era conseguir beneficios para Euskadi. Muerto el ratón, el gato se lame los bigotes.

Subieron por las escalinatas del Ayuntamiento mientras los manifestantes gritaban que se levantasen las manos, que aquello era un atraco. Extendieron la pancarta de veinte cuerpos a lo largo de la barandilla de piedra y anunciaron que nada ha cambiado, sino a peor, desde la convocatoria del lunes pasado.

Hasta el sol se unió a los gritos contra "esta patraña" y, si, esta vez si se pararon junto a la Delegación del Gobierno para gritar que "esta es la cueva de los ladrones". En la gran manifestación anterior pasaron de largo. Pero en esta ocasión cogieron fuerzas a la sombra de la escultura del Sagrado Corazón de Jesús que antaño abría la puerta a Bilbao.

Es evidente, por las palabras, las nuevas banderas y el aire mucho más festivo, que los pensionistas han abierto una nueva etapa en la que el adversario, los gobiernos vasco y español, está en horas bajas. Uno, el del lehendakari, porque ha conseguido, que se sepa, una larga serie de beneficios, pero tardarán en llegar a la sociedad en su conjunto, y no saben si los podrán ver vivos. Y el otro, el gobierno de Mariano Rajoy, porque los pensionistas ya no son su mayor preocupación: Los da por perdidos.