Si nada cambia, el 22 de diciembre de 2032 la humanidad podría presenciar desde la Tierra un suceso inédito en cinco milenios: el impacto del asteroide 2024 YR4 contra la Luna, un encuentro posible gracias a una trayectoria vigilada desde su descubrimiento, el 27 de diciembre de 2024, y afinada con las observaciones del telescopio espacial James Webb. La NASA calcula ahora una probabilidad del 4,3 % de colisión; bastante baja, pero suficiente para entusiasmar a los astrónomos por las implicaciones científicas y el espectáculo inherente a un evento de esta magnitud.
Probabilidades de impacto
Originalmente, 2024 YR4 llegó a figurar durante unas semanas como una amenaza seria para la Tierra: las estimaciones iniciales le atribuían hasta un 3,1 % de impacto directo con nuestro planeta. Conforme se multiplicaron los datos, ese riesgo se desplomó hasta un exiguo 0,004 %, pero, al mismo tiempo, la órbita ajustada acercó su paso a la Luna. “¡Sería realmente espectacular!”, reconoció el planetólogo Andrew Rivkin, subrayando que, aunque existe más de un 96 % de opciones de que todo quede en un sobrevuelo, el pequeño margen restante bastaría para crear un cráter nuevo y visible desde la Tierra.
Energía y cráter kilométrico
La colisión, de producirse, liberaría una energía equivalente a 6,5 megatones de TNT y abriría en la superficie selenita un boquete cercano al kilómetro de diámetro. El equipo dirigido por Paul Wiegert, de la Universidad de Western Ontario, calcula además que la eyección superaría la velocidad de escape lunar y lanzaría al espacio fino regolito capaz de convertirse en una lluvia de meteoritos que alcanzaría la atmósfera terrestre.
Lluvia de meteoritos y riesgos para satélites
No supondría peligro para la población, pero multiplicaría hasta por mil el flujo habitual de partículas para satélites, naves y futuras bases lunares, un reto que ya estudian los responsables de defensa planetaria de la NASA y la ESA.
A la incertidumbre se suma la incógnita de la cara lunar que recibiría el impacto. De ocurrir en la zona iluminada, los observatorios terrestres tendrían la oportunidad de captar un destello efímero seguido por una nube de polvo que se disiparía en cuestión de minutos. La imagen, sin embargo, estará cerca del límite de resolución para los telescopios terrestres; las sondas en órbita disfrutarán de una visión privilegiada y podrán cartografiar el nuevo cráter con detalle.
Próximas observaciones
Por ahora, 2024 YR4 se encuentra demasiado alejado y tenue para ser observado de nuevo. Habrá que esperar a 2028, cuando su órbita lo acerque de nuevo y permita refinar las cifras. Entonces sabremos si la humanidad deberá prepararse para un espectáculo inolvidable (y para reforzar las medidas de protección de sus activos espaciales) o si, simplemente, el asteroide añadirá otra anécdota a la lista de falsos alarmas cósmicas. Mientras tanto, el estudio ya remitido a la Sociedad Astronómica Estadounidense recuerda que la defensa planetaria no termina en la Tierra: el espacio cislunar también merece atención constante.