Rayas blancas en las uñas: ¿Por qué aparecen? Esto es lo que tu cuerpo quiere decirte

Los surcos horizontales (las llamadas líneas de Beau), las estrías verticales y las manchas lechosas pueden revelar carencias nutricionales, alteraciones hormonales o secuelas de una infección

La mañana del 24 de junio de 2025, un equipo de dermatólogos del Center for Integrative Skin Health recordaba que las uñas constituyen un sistema de aviso precoz: cuando su superficie pierde el aspecto liso y aparecen rayas blancas, el cuerpo podría estar reclamando atención. ¿Qué sucede, quién lo advierte, cuándo conviene actuar, dónde se manifiesta y por qué importa? La respuesta se resume en un detalle diminuto –una línea– capaz de anticipar problemas que aún no muestran síntomas en otra parte del organismo.

Interpretación de las rayas en las uñas

Las estrías finas o los surcos poco profundos pueden surgir gradualmente o de forma repentina. Cada patrón encierra una causa concreta: traumatismos, infecciones, fiebre alta o déficits de micronutrientes. Un examen clínico permite distinguir si se trata de una simple huella del paso del tiempo o del indicio de una alteración sistémica.

Golpear la uña contra una superficie dura basta para frenar temporalmente su crecimiento y dejar una hendidura transversal. Pero también la edad, el eccema o la sequedad cutánea alteran la queratina y favorecen la aparición de surcos. Los especialistas del Cleveland Clinic añaden un elemento decisivo: la nutrición. Cuando falta zinc, aparecen líneas de Beau y pequeñas motas blancas; si escasea el hierro, proliferan las estrías verticales y la koiloniquia (uña en cuchara).

Las líneas de Beau, mucho más que un detalle

Estas ranuras horizontales acusadas suelen reflejar un parón brusco del crecimiento ungueal. Según la Mayo Clinic y un estudio detallado disponible en PMC (PMC7001389), pueden desencadenarlas infecciones graves, episodios de fiebre alta, quimioterapia o enfermedades crónicas que afectan a la circulación. Reconocerlas a tiempo ayuda a investigar patologías que, de otro modo, pasarían desapercibidas.

El hipotiroidismo reduce la producción de hormonas tiroideas y suele plasmarse en uñas frágiles con estrías longitudinales. La falta de vitamina B12 disminuye el aporte de oxígeno a los tejidos y merma la resistencia de la lámina ungueal. La American Academy of Dermatology subraya que la piel, el cabello y las uñas son los primeros en notarlo, lo que convierte cualquier cambio sutil en una pista valiosa.

No ignorar las señales

Si detrás de esas líneas late un problema metabólico –diabetes, anemia o trastorno vascular–, abordarlo de raíz devuelve a las uñas su apariencia habitual. A veces basta con corregir la dieta o prescribir suplementos; otras, conviene solicitar analíticas de tiroides o controlar la glucemia para evitar complicaciones mayores.

Una vez descartadas afecciones graves, los gestos diarios marcan la diferencia. Hidratar el lecho ungueal, usar guantes ante productos agresivos y dar descanso al esmalte fortalece la queratina. Ajustar la técnica de manicura y mantener las herramientas limpias previene infecciones oportunistas.

Estar atentos a los cambios

Forma, grosor y color cuentan una historia. Consultar al dermatólogo cuando la uña cambia sin motivo aparente puede evitar que un aviso minúsculo se convierta en un quebradero de cabeza. Después de todo, lo que parece un capricho estético suele ser la sirena silenciosa del organismo.

Las uñas no son mero adorno. Son un panel de control biológico que revela carencias de zinc, déficits de hierro, desequilibrios tiroideos o la huella de una infección reciente. Vigilar su textura y sus marcas es adelantarse a los problemas. Y, en la duda, dejar que un profesional lea las líneas antes de que el cuerpo eleve el volumen de la alarma.

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