¿Qué le sucede a tu cuerpo con la dieta de la sandía?

¿Te has planteado alguna vez comer solo sandía durante casi una semana para “desintoxicarte” y perder peso? Confieso que, de niña, pasaba veranos enteros a base de fruta fresca y creía que aquello era el secreto para sentirme ligera. Hoy, la red social TikTok resucita esa idea en forma de “dieta de la sandía”, un plan de dos a siete días que promete resultados exprés… pero ¿a qué precio?

¿Por qué la dieta de la sandía parece tan tentadora?

Al primer mordisco, la sandía nos regala agua, dulzor y la ilusión de que basta con eliminar alimentos procesados para notar un “subidón” de energía: menos hinchazón, menos fatiga, menos dolor de cabeza. La dietista Julia Zumpano, experta en cardiología preventiva de la Cleveland Clinic, reconoce que esa sensación inicial puede aparecer simplemente por renunciar a ultraprocesados y bebidas azucaradas.

Sin embargo, avisa de que la pérdida de peso que muchos celebran es sobre todo líquido; cuando vuelves a tu menú habitual, la báscula suele dar marcha atrás.

Riesgos que podrían aparecer antes de lo que imaginas

La nutricionista Tommy Lor, de Keck Medicine USC, lo resume sin rodeos: las dietas que recortan grupos enteros de alimentos parecen fáciles de seguir, pero rara vez se mantienen en el tiempo.

De hecho, prolongar la monodieta de la sandía puede abrir la puerta a malnutrición, problemas renales y digestivos, diarrea, deshidratación, desequilibrios electrolíticos y picos de cortisol que desordenan la glucosa en sangre.

¿Quiénes deberían evitarla por completo?

La especialista Shonali Soans, del programa integral de salud y bienestar de Weill Cornell Medicine, advierte de consecuencias especialmente graves si estás embarazada o en periodo de lactancia, tienes antecedentes de trastornos alimentarios o resistencia a la insulina, te recuperas de una cirugía o lesión, o has lidiado con problemas de salud mental.

Nuestro cerebro depende de nutrientes clave para fabricar neurotransmisores que regulan el ánimo y la concentración; privarlo de variedad puede desestabilizar ese delicado equilibrio.

Opciones avaladas por la ciencia

Antes de lanzarte a un plan restrictivo, recuerda que existen enfoques respaldados por la evidencia. La crononutrición, por ejemplo, demuestra que adelantar el desayuno y respetar el ayuno nocturno ayuda a controlar el índice de masa corporal a largo plazo.

Otros hallazgos señalan que un pequeño ajuste en los aminoácidos puede alargar la vida en modelos animales, y que una dieta baja en FODMAP calma el intestino irritable mejor que cualquier monodieta. Incluso algo tan sencillo como cenar temprano marca la diferencia en nuestro metabolismo.

Mi conclusión personal

Personalmente, prefiero ver la sandía como la protagonista de una merienda veraniega y no como un régimen exclusivo. Nutrirnos bien implica balance: proteínas, grasas saludables, carbohidratos complejos, vitaminas y minerales que mantengan a pleno rendimiento cada célula del hígado y los riñones, nuestros órganos detox por excelencia.

¿Has probado alguna vez una dieta monofrutal? ¿Cómo te sentiste? Te invito a compartir tu experiencia y a sumarte al debate: la conversación también es parte de la salud.

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