Cuando el verano se despide y las ramas empiezan a clarear, resulta fácil descubrir entre los huecos un bulto perfectamente redondeado fabricado con hojas secas. La escena se repite en parques y patios privados, y casi siempre provoca la misma confusión. Quien observa cree ver un nido de ave; en realidad contempla la madriguera externa de una ardilla. La madre la levanta entre seis y diez metros sobre el césped con disciplina de miniaturista: recoge palitos, los entrelaza hasta formar una semiesfera sólida, los forra con corteza y, por último, acolcha el interior con hierba suave y musgo para que las crías no sufran ni frío ni humedad.
Diferencias con los nidos de pájaro
El tamaño es la pista definitiva. Mientras que los nidos de pájaro rara vez superan el diámetro de un plato, la vivienda ardillera alcanza sin dificultad el de un balón de fútbol y se perfila con nitidez contra el cielo. También ayuda fijarse en la especie de árbol. Las ardillas rojas prefieren pinos y abetos; las grises colonizan robles, arces y plátanos de sombra. Además, la entrada nunca se ve desde abajo, porque la hembra la orienta hacia el tronco para esquivar la lluvia y despistar a los depredadores.
Hay ardillas que optan por refugios bajo techo. Si encuentran una cavidad natural en el tronco la aprovecharán, y si hallan una rendija en el alero del cobertizo la transformarán en guarida. Con todo, la esfera de hojas sigue siendo la imagen más común. Construirla no les lleva más de dos días y esa misma estructura puede albergar dos camadas anuales: una a comienzos de primavera y otra justo antes de que empiecen a caer las primeras hojas otoñales. Las crías nacen ciegas, sin pelo y dependen por entero de la leche materna durante unas doce semanas, periodo en el que la madre asume sola la crianza.
¿Por qué no debes retirar el nido en temporada de cría?
Entre marzo y octubre retirar el nido significa casi siempre dejar huérfanos a los pequeños, por lo que la recomendación es contundente: se mira, se disfruta y no se toca. Cuando, a finales de temporada, la esfera pierda firmeza y deje de escucharse movimiento, podrá retirarse sin peligro, siempre con guantes y a plena luz del día.
Quien desee que la ardilla busque otro sitio dispone de métodos sencillos y respetuosos. Un foco con sensor de movimiento dirigido al tronco, una radio encendida a volumen moderado o la simple costumbre de pasar con frecuencia por la zona obligarán al animal a marcharse. Tan importante como eso es cerrar la puerta del garaje y sellar cualquier rendija del tejadillo: esa protección evita que la ardilla convierta el interior en refugio invernal.
La importancia de convivir con la fauna urbana
En realidad, estos roedores no hacen nada distinto de lo que hacen los gorriones o los verderones que visitan el comedero. Aprovechan los recursos disponibles y crían donde encuentran seguridad. Comprender su rutina nos ahorra disgustos y recuerda que el jardín, por muy nuestro que parezca, también es parte del bosque.
La próxima vez que alces la vista y veas una bola de hojas balanceándose con el viento, piensa que dentro late la vida de una familia peluda cuya supervivencia depende, en buena medida, de nuestra paciencia.