Los perros de Chernóbil sorprenden a la ciencia con una inesperada adaptación genética

Un estudio revela que los canes que habitan la zona de exclusión de Chernóbil muestran adaptaciones genéticas únicas tras casi cuatro décadas expuestos a radiación y contaminantes tóxicos.

Han pasado casi 40 años desde la explosión del reactor 4 en la central nuclear de Chernóbil. Desde entonces, la zona de exclusión que rodea el lugar del desastre se ha convertido en uno de los entornos más extremos de la Tierra. Sin embargo, entre estructuras colapsadas y niveles persistentes de radiación, un grupo de supervivientes ha logrado prosperar: los perros callejeros de Chernóbil.

Lejos de desaparecer, estas comunidades caninas se han adaptado al entorno y ofrecen ahora a los científicos una ventana única para estudiar cómo la vida responde genéticamente a condiciones ambientales hostiles. Según un nuevo estudio dirigido por el Dr. Norman J. Kleiman, dos poblaciones de perros que viven a distintos puntos de la zona muestran diferencias genéticas significativas, lo que sugiere procesos de adaptación en marcha.

Un laboratorio a cielo abierto

Los investigadores han identificado 391 regiones atípicas en los genomas de los perros de Chernóbil. Algunas de estas zonas están relacionadas con genes implicados en la reparación del ADN, clave para resistir los daños que provoca la radiación. El hallazgo sugiere que los animales podrían estar desarrollando mecanismos de defensa frente a la exposición prolongada a contaminantes radiactivos y químicos.

“Estas regiones genéticas actúan como señales en una carretera. Nos indican por dónde mirar para entender cómo ha reaccionado el organismo de estos perros”, explica el genetista Matthew Breen, coautor del estudio desde la Universidad Estatal de Carolina del Norte.

La investigación comparó perros que viven cerca del reactor con otros situados a más de 15 kilómetros de distancia, en la ciudad abandonada de Chernóbil. Ambas poblaciones llevan décadas aisladas y apenas se cruzan, lo que ha permitido detectar cambios genéticos únicos en cada grupo.

La vida entre ruinas y radiactividad

La historia de estos perros comienza en 1986, cuando, tras el desastre nuclear, miles de personas fueron evacuadas de forma precipitada y forzadas a dejar atrás a sus mascotas. Muchos de aquellos animales fueron sacrificados por razones sanitarias, pero algunos lograron sobrevivir y formar nuevas manadas.

Hoy, sus descendientes habitan aldeas abandonadas, fábricas desiertas e incluso los alrededores de la propia central nuclear. Viven entre inviernos extremos, comida escasa y dosis diarias de radiación. A pesar de todo, no solo sobreviven: se reproducen, se agrupan en manadas y hasta forman vínculos con los trabajadores que aún operan en la zona.

Con el tiempo, se han convertido en parte del paisaje. Numerosas organizaciones han puesto en marcha campañas de vacunación, asistencia veterinaria y adopciones para mejorar su calidad de vida.

Un entorno contaminado, no solo por la radiación

Aunque la radiactividad es el peligro más conocido de la zona, los científicos recuerdan que el entorno está contaminado también con pesticidas, metales pesados y residuos industriales. “Este cóctel químico, junto con la radiación, representa una amenaza compleja para la salud humana y animal”, advierte el Dr. Kleiman.

La combinación de múltiples factores contaminantes hace que el estudio de los perros de Chernóbil sea especialmente valioso. Como especie centinela, los perros pueden ofrecer pistas sobre cómo afectan estas exposiciones a largo plazo a otros organismos, incluidos los seres humanos.

¿Qué podemos aprender?

Más allá del interés científico, los perros de Chernóbil son un ejemplo tangible de cómo la vida puede persistir incluso en los entornos más adversos. “Nos ayudan a entender cómo se adapta un genoma frente a condiciones extremas y qué implicaciones puede tener esto para la salud humana”, resume Matthew Breen, destacado genetista especializado en oncología comparativa y genómica canina.

Aún quedan muchas preguntas abiertas. ¿Las diferencias genéticas detectadas se deben realmente a la exposición multigeneracional a la radiación o son fruto de la deriva genética? ¿Qué otros cambios podrían estar ocurriendo a nivel celular o metabólico? El equipo de investigación ya ha confirmado que continuará con los estudios para desentrañar estos misterios.

Más que un experimento, una lección

Chernóbil sigue siendo un símbolo de los peligros de la energía nuclear mal gestionada, pero también se ha convertido en un insólito refugio natural. Sin presencia humana permanente, muchas especies han vuelto a la zona, desde alces hasta caballos salvajes.

Y entre ellos, los perros que una vez fueron abandonados y que hoy se han convertido en centinelas de la evolución en tiempo real.

El artículo se titula «Is increased mutation driving genetic diversity in dogs within the Chornobyl exclusion zone?«, y fue publicado en diciembre de 2024 en la revista PLOS ONE.

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