¿Alguna vez has sentido que te “despegas” de tu propio cuerpo, como si lo miraras desde arriba? Admito que la primera vez que escuché hablar de experiencias extracorporales (EFC) pensé que eran cosas de películas o de relatos de personas demasiado soñadoras. Pero después de leer las cifras y testimonios, no puedo evitar preguntarme: ¿será más común de lo que creemos?
¿Por qué tantas personas aseguran haber vivido una EFC?
Me llama la atención descubrir que, según algunos estudios científicos, entre el 5% y el 20% de los adultos en todo el mundo ha experimentado al menos una vez esta sensación de “flotar fuera de sí mismos”. Y no solo se trata de historias raras en hospitales: se cuentan en salones, retiros espirituales y hasta en cabinas de aviones, cuando los pilotos enfrentan fuerzas G intensas.
Personalmente, lo que más me sorprende es la variedad de lugares y situaciones donde ocurre. Algunos científicos han logrado inducir sensaciones parecidas estimulando una pequeña zona del cerebro, justo detrás de la oreja derecha, como lo muestra la investigación de la Facultad de Medicina de la Universidad de Virginia.
¿Qué pasa en el cerebro cuando ocurre una experiencia extracorporal?
¿Te has preguntado alguna vez si esto tiene que ver con el cerebro y no solo con la imaginación? Los neurólogos han localizado una zona clave: la unión temporoparietal. Es allí donde se mezclan el equilibrio, la vista y la sensación de ser “uno mismo”. Cuando algo altera esas señales—estrés, epilepsia, falta de oxígeno o incluso realidad virtual—la mente puede sentirse “fuera de lugar”, literalmente.
No es una creencia nueva: los monjes, chamanes y hasta soldados en la antigüedad han dejado relatos de momentos en los que “salieron” de su cuerpo, como también lo confirman textos históricos.
Hoy, con monitores modernos, sabemos que durante una EFC, el corazón puede bajar bruscamente su ritmo, lo que apunta a un reflejo que busca calmar el sistema nervioso.
¿Quiénes suelen experimentar EFC y por qué?
La última encuesta realizada por el equipo de la Universidad de Virginia, basada en más de 500 testimonios, revela datos inesperados. Cuatro de cada cinco personas habían vivido entre una y cuatro EFC en su vida; el resto, cinco o más. La mayoría lo experimentó por primera vez en la infancia, y casi tres cuartas partes aseguraron que fue espontáneo. Solo un pequeño porcentaje lo relacionó con sustancias psicoactivas o prácticas de meditación, y apenas el 0,7% lo atribuyó a la hipnosis.
Me resulta inquietante el dato de que muchas personas recordaban traumas médicos o ambientes difíciles en casa. También presentaban más diagnósticos de salud mental que quienes nunca habían “flotado”, especialmente cuando había pasado mucho tiempo desde su primera EFC.
¿Deberíamos preocuparnos si nos pasa?
Aquí viene una de las grandes dudas: ¿significa que hay algo mal si tienes una EFC? Me parece importante destacar la reflexión de la neurocientífica Weiler, quien pide que médicos y psicólogos no vean estas experiencias solo como síntomas de enfermedad. El estudio sugiere que las EFC pueden ser una respuesta de defensa frente a situaciones traumáticas, no un simple signo de patología.
Es cierto que muchas personas temen contarlo por miedo al juicio, y el estigma sigue presente, incluso entre profesionales de la salud mental.
¿Las EFC pueden tener algún lado positivo?
Sinceramente, no esperaba leer que más de la mitad de quienes vivieron una EFC afirman que les cambió la vida. El 71% sintió algún beneficio duradero, y un 40% incluso lo define como una de las mejores experiencias que han tenido.
Algunos mencionan una nueva tranquilidad frente a la muerte, menos ansiedad y una conexión más profunda con los demás. Esto coincide con lo observado en pacientes hospitalizados, quienes, tras una EFC, a veces sienten alivio ante situaciones graves, según estudios recogidos por la revista Personality and Individual Differences.
¿Se puede provocar una EFC a propósito?
No me extraña que la curiosidad lleve a algunas personas a buscar la EFC de forma voluntaria. Ejercicios de respiración, trucos para dormirse o meditaciones profundas parecen ser métodos usados por quienes persiguen ese estado especial de “claridad mental”. No obstante, la mayoría de los científicos recomienda prudencia: las EFC pueden ser intensas y no siempre predecibles.
¿Qué enseñanzas deja la ciencia sobre las experiencias extracorporales?
Para mí, la revelación más grande de este estudio es que la mente, a veces, elige “irse” como una manera de protegerse, de organizar una retirada estratégica ante situaciones difíciles. Como señala el equipo investigador, entender esto puede cambiar la forma en que la sociedad, los médicos y hasta nosotros mismos miramos estas experiencias.
¿Y si en vez de preguntar “¿por qué te pasó?”, empezamos a preguntar “¿qué llevabas encima cuando sucedió?”? Tal vez así podamos acompañar mejor a quienes viven estas sensaciones.
Hacia el futuro: ¿cómo podemos aprovechar lo que aprendemos de las EFC?
La tecnología avanza, y ya existen escáneres cerebrales portátiles y camas que miden cada movimiento durante una EFC. Esto promete dar respuestas más precisas sobre cómo y cuándo ocurre este fenómeno.
Por otro lado, algunos científicos exploran si la desaceleración del corazón durante la EFC podría ayudar a personas con ansiedad o dolor crónico.
Personalmente, creo que el mensaje central es claro: las EFC no son simplemente “algo raro”, sino una posible estrategia de la mente para afrontar la vida. Escuchar estas historias, sin prejuicios, podría ayudarnos a reconciliar mente y cuerpo.
¿Te has sentido alguna vez “fuera de tu cuerpo”? ¿Te animas a compartir cómo fue? Cuéntamelo en los comentarios o comparte este artículo con alguien que haya vivido algo parecido. Entre todos, podemos romper el tabú y entender mejor lo que significa vivir una experiencia extracorporal.
El estudio ha sido publicado en ScienceDirect, una plataforma en línea propiedad de Elsevier que ofrece acceso a una vasta colección de literatura científica, técnica y médica revisada por pares.
Excelente articulo. De adolescente lo practicaba (hoy tengo casi 52), hacía ejercicios de relajación para provocar lo que en su día le llamábamos, salidas en cuerpo astral. Después de muchas noches de prácticas de relajación llegué a casi conseguirlo pero me asusté y desperté y no volví a intentarlo. Lo que si había intentado hacer, por varios años después, es el intentar despertar conciencia en el sueño, es decir, ser consciente de que estoy soñando y controlar las situaciones. Llegué a conseguirlo pero por muy poquito, al momento de hacer algo, despertaba.