La roca marciana más grande jamás encontrada en la Tierra se vende por una cifra récord

El fragmento NWA 16788, un bloque de 24,5 kilogramos arrancado de Marte y descubierto en 2023 en Agadez (Níger), fue adjudicado en una puja de Sotheby’s en Nueva York por 5,3 millones de dólares, impuestos y tasas incluidos.

El miércoles por la tarde, en una sala expectante de la casa de subastas neoyorquina, un postor que prefirió el anonimato alzó la última pala y se llevó el meteorito marciano más grande y caro del que se tiene noticia. La pieza, conocida técnicamente como NWA 16788, dobla con holgura el tamaño habitual de los escasos meteoritos procedentes del planeta rojo y supera en torno a un 70 % al segundo ejemplar más voluminoso localizado hasta la fecha. Son magnitudes extraordinarias si se tiene en cuenta que apenas se han catalogado unos 400 fragmentos marcianos en todo el planeta.

Cassandra Hatton, vicepresidenta de Ciencia e Historia Natural de Sotheby’s, lo condensó en una frase: «El NWA 16788 es un descubrimiento de extraordinaria importancia: el meteorito marciano más grande jamás encontrado en la Tierra y el más valioso de su tipo que se haya subastado». Su masa, su tonalidad rojiza y la corteza vítrea forjada al atravesar la atmósfera terrestre convierten el bloque en una muestra física de un mundo que, durante décadas, ha alimentado la imaginación colectiva.

Los análisis iniciales indican que el proyectil fue proyectado fuera de Marte por el impacto de un asteroide tan violento que fundió parte de la roca y generó vidrio en su interior. Aun así, los especialistas calculan que la mayor parte del material original se ha conservado, algo poco frecuente en cuerpos que recorren millones de kilómetros antes de aterrizar sobre una duna africana.

La venta, sin embargo, ha abierto un debate antiguo: ¿debe un ejemplar tan singular ocupar la vitrina de un coleccionista o la sala de un museo? Para Steve Brusatte, profesor de Paleontología y Evolución de la Universidad de Edimburgo, el dilema es claro: «Sería una pena que desapareciera en la bóveda de un oligarca. Su lugar está en un museo, donde puede ser estudiado y disfrutado por los niños, las familias y el público en general».

Julia Cartwright, investigadora independiente del Instituto Espacial y de la Escuela de Física y Astronomía de la Universidad de Leicester, matiza que la situación no es tan dicotómica. Reconoce que el comercio de meteoritos alimenta la búsqueda y, por extensión, la investigación científica, y recuerda que una lasca de referencia del NWA 16788 ya se conserva en el Observatorio de la Montaña Púrpura, en China. «Si no existiera un mercado para encontrar, coleccionar y vender meteoritos, no tendríamos tantos en nuestras colecciones, ¡y eso impulsa la ciencia!», explica Cartwright, convencida de que el nuevo propietario mostrará interés por colaborar con la comunidad académica.

La venta de piezas extraterrestres no es nueva. En 2021, otro meteorito marciano cambió de manos en Christie’s por 200 000 dólares, muy por encima de la estimación previa. Con todo, la cifra alcanzada ahora multiplica por veintiséis aquel precedente, signo del atractivo creciente que despiertan los vestigios geológicos de otros mundos.

A falta de conocer el destino final del coloso rojizo, los investigadores confían en que sus 24,5 kilogramos sigan arrojando datos sobre la historia volcánica, la química y, quizá algún día, la potencial biología de Marte. Mientras ese futuro llega, la pieza descansa, ya bajo otra tutela, como un recordatorio tangible de un planeta que, de momento, continúa a millones de kilómetros y a la vez tan cerca de la curiosidad humana.

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