La grasa visceral: el enemigo silencioso que inflama el organismo y acorta la longevidad

La acumulación de tejido adiposo en torno al hígado y al intestino dispara el riesgo de diabetes tipo 2, hígado graso y deterioro cognitivo, pero los especialistas aseguran que puede combatirse con ejercicio regular y una alimentación basada en productos frescos.

La grasa abdominal profunda, invisible incluso en cuerpos aparentemente delgados, se ha convertido en la gran preocupación de neurólogos y cardiólogos. Médicos consultados por CNN explican que este tejido adiposo rodea los órganos, libera sustancias inflamatorias y favorece la resistencia a la insulina, un cóctel que acorta la esperanza de vida y merma la salud cerebral. La neuróloga Kellyann Niotis lo resume así: «Secreta moléculas que pueden atrofiar el cerebro y lastrar la cognición».

¿Cómo identificar la grasa visceral?

Aunque no se manifieste siempre con un vientre abultado, existen pistas inequívocas. El aumento del perímetro de la cintura es la señal más visible. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades sitúan el umbral de riesgo en 88,9 centímetros para mujeres no embarazadas y 101,6 centímetros para hombres. Superar esas cifras implica una probabilidad mayor de albergar grasa visceral.

Otro indicio surge al comparar masa muscular y grasa corporal. El cardiólogo Andrés Freeman advierte que «cuando el tejido graso supera al magro, la grasa visceral acaba infiltrándose incluso en los músculos». Un simple escáner de densitometría ósea o una báscula que analice la composición corporal pueden revelar el problema. Y, si faltaran más pistas, el estilo de vida sedentario y la dieta cargada de ultraprocesados resultan un presagio evidente.

¿Cómo reducirla con ejercicio y alimentación?

La buena noticia es que el remedio no está en fármacos caros, sino en cambios cotidianos. Freeman lo llama «elixir de la juventud»: mantenerse fuerte y en forma. Los especialistas recomiendan combinar entrenamiento cardiovascular con trabajo de fuerza. Basta empezar con caminatas enérgicas de treinta minutos diarios, lo bastante rápidas como para dejar sin aliento, y sumar ejercicios como planchas, flexiones o peso muerto para consolidar músculo.

La alimentación cierra el círculo. Adoptar un patrón mediterráneo, rico en frutas, verduras, cereales integrales, aceite de oliva, frutos secos y semillas, y pobre en dulces, lácteos y carne roja, reduce la inflamación y favorece la pérdida de grasa. En palabras de Freeman, se trata de «abandonar la dieta occidental cargada de azúcares y grasas añadidas y regresar a los alimentos de toda la vida».

Porque la grasa visceral no se ve, pero ahí está. Identificarla a tiempo y actuar con constancia marca la frontera entre envejecer con plenitud o encadenar dolencias metabólicas. Moverse a diario y llenar el plato de comida real siguen siendo, según la ciencia, la forma más eficaz de desactivar esta bomba silenciosa.

Deja un comentario