La hierba más versátil de la cocina mediterránea esconde un compuesto, el beta‑cariofileno, que la ciencia señala como aliado natural frente al dolor articular.
Los investigadores de la Universidad de Bonn y de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich llevan años observando cómo esta humilde planta, presente en casi todas las despensas españolas, reduce la inflamación característica de la artrosis. Hoy, cuando siete millones de personas en España conviven con esta enfermedad degenerativa, el orégano emerge como un gesto sencillo –añadir una pizca a la comida diaria– que puede marcar la diferencia.
Un viejo conocido con virtudes nuevas
A primera vista, el orégano no pasa de ser un condimento aromático. Sin embargo, su composición química demuestra lo contrario. Rico en potasio y en compuestos fenólicos, concentra cantidades notables de beta‑cariofileno, un fitocannabinoide capaz de modular los receptores CB2 del sistema inmunitario. Esa interacción calma la cascada inflamatoria que irrita y degrada el cartílago. Los ensayos in vitro publicados en Journal of Health Science y Food and Chemical Toxicology confirman que los extractos de orégano reducen tanto la producción de citocinas proinflamatorias como la actividad de enzimas que “roen” el tejido articular.
La artrosis, un desafío cotidiano
Cada movimiento duele. A medida que el cartílago se desgasta, el hueso roza contra el hueso y aparece la rigidez. El Dr. Francisco Blanco, reumatólogo del CHUAC, recordaba en el último SER‑OARSI Symposium que el envejecimiento de la población, la obesidad y las lesiones previas multiplican los diagnósticos. España no es una excepción. Uno de cada seis adultos ha sentido esas punzadas al levantarse de la cama o subir escaleras. Frente a ese panorama, la alimentación se convierte en una herramienta terapéutica de primera línea, complementaria a la fisioterapia y a los fármacos.
Cómo incorporarlo sin esfuerzo
El orégano tolera bien la cocción lenta, pero despliega todo su potencial en crudo. Una cucharadita diaria, espolvoreada sobre la salsa de tomate, la ensalada o incluso el pan con aceite, basta para alcanzar las concentraciones de beta‑cariofileno estudiadas en laboratorio. Quien prefiera un formato más concentrado puede recurrir al aceite esencial –siempre diluido–, aunque conviene consultar antes con el reumatólogo o el dentista: su efecto analgésico también alivia el dolor de muelas, pero cada boca reacciona de forma distinta.
Precauciones y sentido común
No existe un alimento milagroso. El orégano no regenera el cartílago perdido, pero sí puede moderar la inflamación que agrava la artrosis. Las personas alérgicas a las Lamiáceas (familia de la menta) deben extremar la vigilancia, y quienes toman anticoagulantes han de comunicarlo a su médico: los aceites esenciales pueden potenciar su acción. Dentro de esas pautas, la ciencia respalda lo que la tradición culinaria intuía desde hace siglos: una especia puede ser también un pequeño fármaco cotidiano.