Hallan una nueva especie con enormes ojos negros escondida en un acueducto romano subterráneo en España

Un equipo de espeleólogos y biólogos andaluces ha descubierto en la mina de agua de San Antón —un acueducto romano todavía activo bajo el casco urbano— una nueva especie de isópodo cavernícola.

Bajo la localidad sevillana de Carmona, los investigadores iluminaron en 2021 y 2022 las galerías excavadas por los romanos hace unos 2.000 años y avanzaron por agua que les llegaba a las rodillas. Mientras catalogaban la fauna del lugar, levantaron un fragmento de madera en descomposición salpicado de diminutos invertebrados que se escabullían entre las grietas. Aquella escena, rutinaria en apariencia, resultó extraordinaria: ante ellos se deslizaba un organismo nunca antes descrito por la ciencia.

Los ejemplares, capturados con pinzas y analizados bajo lupa, miden apenas 2,5 milímetros, carecen casi por completo de pigmento y muestran antenas delgadas y ojos negros anómalamente grandes. Esa combinación de rasgos, junto con sutilezas en la textura del exoesqueleto y la forma del último segmento abdominal, convenció a los autores de que estaban ante un taxón inédito. El pasado 15 de mayo, la revista Subterranean Biology oficializó la novedad y bautizó la criatura con el nombre de la ciudad que la cobija: Baeticoniscus carmonaensis.

Biodiversidad oculta bajo la ciudad

Los isópodos —familia que incluye a las cochinillas y los populares “bichos bola”— suelen prosperar en suelos húmedos y cuevas gracias a su capacidad para reciclar materia orgánica. En el caso de B. carmonaensis, la especie habita islotes de madera podrida que caen desde los pozos de ventilación hasta las galerías, donde la humedad es constante y la penumbra total. Los investigadores observaron a los animales desplazarse con lentitud y refugiarse en las oquedades del sustrato, comportamiento que sugiere una dependencia directa de ese microhábitat.

El hallazgo reviste un doble interés. Por un lado, demuestra que las infraestructuras arqueológicas no son solo patrimonio histórico, sino también reservorios de biodiversidad aún inexplorada. Por otro, subraya la fragilidad de los ecosistemas urbanos subterráneos, sometidos a visitas turísticas, labores de mantenimiento y variaciones en la humedad que pueden poner en riesgo especies endémicas. De momento, B. carmonaensis solo se ha localizado en la mina de San Antón; conocer su distribución real y su parentesco evolutivo exigirá muestreos genéticos y comparaciones con poblaciones de acuíferos vecinos.

«Encontrar una especie nueva a pocos metros de la superficie nos recuerda que la exploración científica no se ha agotado, ni siquiera en ciudades con dos milenios de historia», resume Julio Cifuentes, primer firmante del estudio, quien ya prepara nuevas campañas para vigilar la colonia y medir los parámetros ambientales que sostienen a este sigiloso vecino de ojos enormes.

El estudio ha sido publicado en 15 de mayo en Subterranean Biology, una revista científica revisada por pares que publica investigaciones originales sobre la biología de ambientes subterráneos, como cuevas, acuíferos, minas y otras estructuras subterráneas naturales o artificiales.

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