Este insecto australiano es capaz de navegar sin brújula magnética, solo con las estrellas

Cada primavera, miles de millones de polillas Bogong levantan el vuelo desde las llanuras del sureste de Australia hacia cuevas alpinas que no han visitado jamás. En apenas unas semanas cubren unos 1.000 kilómetros de travesía nocturna, descansan durante el verano en la oscuridad fresca de la montaña y regresan en otoño a sus lugares de origen para reproducirse y morir. ¿Cómo encuentra el camino un insecto que vive solo unos meses y carece de cualquier aprendizaje previo? La respuesta, según el equipo internacional que firma el trabajo, está escrita en las estrellas.

Un planetario portátil para medir la brújula estelar de las Bogong

Los investigadores capturaron polillas en pleno viaje y las colocaron en un simulador de vuelo capaz de reproducir el firmamento con fidelidad. Bajo un cielo natural, sin Luna y sin referencias terrestres, los insectos mantuvieron siempre el rumbo correcto. Cuando los científicos desordenaron las constelaciones proyectadas, los animales se desorientaron por completo. El comportamiento se repitió tanto al aire libre como en un laboratorio sellado donde el campo magnético había sido neutralizado, lo que demuestra que la brújula estelar puede suplir la ausencia de la brújula magnética.

Neuronas sentinelas que se activan cuando la polilla apunta al sur

Para desentrañar qué ocurre en un cerebro del tamaño de la cabeza de un alfiler, el equipo registró la actividad neuronal mientras el firmamento giraba sobre las polillas. Detectaron células que disparaban su señal cada vez que el insecto apuntaba al sur, con independencia de la estación. Las neuronas se concentran en el lóbulo óptico, el complejo central y los lóbulos laterales, centros neurálgicos de la visión y la orientación. Es la primera evidencia de un circuito cerebral dedicado a descifrar patrones estelares en un insecto.

Una doble brújula que alterna entre cielo despejado y magnetismo terrestre

El estudio revela un sistema de navegación redundante. Cuando el cielo está despejado, la brújula celeste basta para mantener el itinerario. Si las nubes ocultan las estrellas, entra en juego el campo magnético terrestre. Y cuando ambos mapas fallan, las polillas pierden el rumbo. Esta doble estrategia permite compensar la nubosidad, la luz de la Luna o las alteraciones del magnetismo planetario, un recurso vital para completar un viaje de ida y vuelta que se repite generación tras generación.

El hallazgo sitúa a la Bogong junto a pájaros cantores y focas en la selecta lista de animales que leen el cielo para orientarse. Abre, además, interrogantes sobre la navegación en otros insectos, el impacto de la contaminación lumínica y los límites de la cognición animal. Porque, aunque aparente fragilidad, la polilla australiana maneja un “GPS” natural que rivaliza con la instrumentación de cualquier navegante moderno.

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