El hábito que puede reducir casi a la mitad el riesgo de cáncer o infarto, según la ciencia

¿Te imaginas empezar la jornada laboral con una dosis de libertad sobre dos ruedas y, de paso, ganar medio billete extra de vida? Confieso que la primera vez que leí los datos de este estudio escocés me quedé con la boca abierta: pedalear cada día hasta la oficina reduce en un 50 % la probabilidad de morir por cáncer o enfermedades cerebrovasculares. Sí, la mitad.

Montar en bicicleta no es solo un gesto romántico al amanecer. Según el seguimiento a 82.297 personas de entre 16 y 74 años durante 18 años, quienes cambiaron el motor por los pedales vieron cómo su riesgo de mortalidad general se desplomaba un 47 %. Para mí, ese porcentaje ya justificaría desempolvar la bici vieja que tengo en el trastero.

Así se midió el poder de los pedales

El equipo de la Universidad de Glasgow recurrió al Estudio Longitudinal Escocés. Cada participante explicó en 2001 cómo llegaba al trabajo, y quedó situado en uno de tres grupos: ciclista, peatón o viajero pasivo. A partir de ahí, investigadores enlazaron historiales hospitalarios, recetas y certificados de defunción. Ajustaron edad, ingresos, enfermedades previas y distancia laboral para aislar el efecto del trayecto.

Los ciclistas obtuvieron un índice de riesgo de 0,53 para la mortalidad total, esto es, un 47 % menos que quienes usaban coche o autobús. Además, necesitaron un 30 % menos de medicación cardiovascular. Caminar también sumó puntos, pero de forma más modesta: un 10 % de reducción en fármacos para el corazón y un 9 % menos de hospitalizaciones. Sigo pensando que nada mal para un paseo diario.

Cifras que iluminan el ánimo

¿Ansiedad y depresión? Entre los ciclistas, las recetas bajaron un 20 %. Caminar logró un 7 %. Me fascina cómo un simple hábito cotidiano puede actuar como terapia de bajo coste: mover las piernas estimula los químicos del cerebro que regulan el estado de ánimo y, de paso, evita el estrés de los atascos.

No todo es viento a favor. Durante los 18 años se registraron 83 lesiones graves en ciclistas, casi el doble de ingresos hospitalarios por accidentes respecto a los conductores. Aun así, la balanza de beneficios supera con creces ese riesgo, tal y como resaltan estudios previos. Personalmente, creo que una red de carriles protegidos y límites de velocidad sensatos marcaría la diferencia.

Pedalear vence a caminar… y al coche

Un trayecto típico de seis millas en Escocia ya cubre los 150 minutos semanales de ejercicio moderado que recomiendan las guías sanitarias. El pedaleo mantiene una intensidad constante que el paseo urbano, interrumpido por semáforos y aglomeraciones, raras veces iguala. Y las bicicletas eléctricas (lo admito, me tienta probar una) democratizan el esfuerzo al suavizar cuestas sin restar movimiento.

Holanda paga 0,21 euros por kilómetro pedaleado y Francia bonifica hasta 800 euros al año a quien elige la bici. Escocia destinará 400 millones de dólares anuales a infraestructuras ciclistas y peatonales antes de 2026. Para mí, estos números no solo hablan de ahorro sanitario: señalan un camino claro hacia ciudades más limpias y humanas.

Teletrabajo y “movilidad cotidiana”

Menos desplazamientos al trabajo no tienen por qué traducirse en menos ejercicio. Planificadores urbanos ya hablan de combinar recados, trayectos escolares y ocio sobre dos ruedas. Imagino una urbe donde aparcar el coche a kilómetro y medio del destino es la norma y bajarse del bus un par de paradas antes, un gesto automático.

Modelos en Inglaterra y Gales muestran que sustituir apenas un 10 % de los desplazamientos diarios por la bici salvaría miles de vidas y aliviaría hospitales. Y lo mejor es que las calles seguras benefician igual a peatones, ciclistas y personas en silla de ruedas.

Un cierre para reflexionar

Después de conocer esta evidencia, me pregunto: ¿qué excusa real nos queda para no incorporar la bici (aunque sea en parte del trayecto) a nuestra rutina? Quizá hoy no puedas pedalear toda la distancia, pero aparcar un poco más lejos o probar con una e-bike ya es un primer giro de rueda.

¿Te animas a compartir tu experiencia o tu mayor obstáculo para subirte a la bicicleta? Te leo en los comentarios.

Enlace oficial al estudio: BMJ Public Health.

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