El consejo sorprendente de un radiólogo: «Nunca te duches justo después de hacer deporte»

¿Te zambulles en la ducha en cuanto dejas la esterilla del gimnasio? Lo confieso: durante mucho tiempo lo hice sin pensarlo, convencida de que así apagaba “el calor” sobre la marcha. Todo cambió el día en que el radiólogo y profesor universitario José Manuel Felices me soltó una advertencia que todavía repica en mi cabeza: “Nunca te duches después de hacer deporte”. Lo dijo con la misma naturalidad con la que uno pide un vaso de agua, pero con la solemnidad suficiente para que yo frenara en seco. Desde entonces observo con otros ojos ese cuarto de hora que separa el último estiramiento del chorro reconfortante.

¿Por qué Felices insiste en esperar al menos 15 minutos?

Durante el entrenamiento, nuestros músculos arden de actividad y consumen energía a velocidad de vértigo. Ese fuego interno eleva la temperatura corporal y el organismo, que es más sabio de lo que solemos admitir, responde dilatando los vasos sanguíneos y abriendo la puerta al sudor. Ese manto salino se evapora y actúa como un climatizador sencillo pero eficaz. Si cortamos el proceso bruscamente metiéndonos bajo el agua, interrumpimos la autorregulación que estabiliza el termostato interior.

El propio Felices subraya que saltar a la ducha en cuanto ponemos fin a la rutina puede traducirse en mareos o incluso síncopes. A mí, que alguna vez sentí un ligero vahído y lo atribuí a “baja de energía”, me cayeron las piezas del puzle de golpe. El cuerpo necesita redondear su enfriamiento natural antes de recibir ese estímulo extra que supone el agua, sea tibia o fría.

El sudor: un aliado que no conviene acallar a destiempo

Creía que el sudor era tan solo la señal pegajosa de que había trabajado duro. Felices, sin embargo, me recordó que esa mezcla de agua, sales y ácidos es el vehículo que arrastra toxinas hacia la superficie cutánea. Ducharse nada más soltar la mancuerna impide culminar la tarea de limpieza interna y deja la desconcertante impresión de seguir transpirando incluso con la toalla posada sobre los hombros.

Esa sensación la viví más de una vez: terminaba el aclarado, me vestía y, de pronto, notaba gotas tímidas deslizándose por la espalda. Pensaba que era mi gel, mi cuerpo o mi desodorante. Resulta que era, sencillamente, prisa.

La importancia de respetar el pH ácido de la piel

Otra clave se esconde en la química cutánea. El sudor posee un pH ligeramente ácido que actúa como barrera frente a bacterias justo cuando más expuestos estamos: al aire libre, sobre la bicicleta o corriendo por la ciudad. Si aplicamos jabones, normalmente alcalinos, antes de tiempo, rompemos ese equilibrio delicado. El resultado puede ser irritación, picores o esa molesta sensación de piel reseca que aparece horas más tarde y arruina la gloriosa satisfacción postentreno.

Desde que espero el margen sugerido, noto menos tirantez e, incluso, un brillo natural que antes no se quedaba conmigo. Parece magia, pero es pura bioquímica respetada.

Qué hacer durante ese “cuarto de hora de cortesía”

Quince minutos pueden parecer eternos cuando el deseo de sentir el agua manda. Sin embargo, he descubierto que ese lapso se llena sin esfuerzo: hidratarme con pequeños sorbos, dedicar un par de respiraciones profundas a cada estiramiento o comentar la jugada con mis compañeros de pista. Esas microacciones no solo pasan rápido; también potencian la recuperación y fortalecen el ritual social que convierte el deporte en comunidad.

Felices insiste en que la ciencia avala este margen temporal. No se trata de abandonar la higiene ni de convertir el vestuario en un lugar tabú, sino de sincronizar nuestra rutina con los tiempos internos del organismo.

¿Apuestas por la paciencia o por la ducha exprés?

Desde que incorporé este simple cambio, me despido de los mareos y me reencuentro con una piel más equilibrada. Ahora te toca a ti: ¿serás capaz de concederle a tu cuerpo esos quince minutos de gracia antes de abrir el grifo? Comparte este artículo con esa amiga o ese compañero que siempre se lanza directo a la ducha sin mirar el reloj. Quién sabe: quizá, dentro de poco, celebremos juntos el poder de un buen “intermedio” postentreno.

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