El agujero negro más antiguo del universo aparece donde menos se esperaba

El telescopio James Webb detecta un agujero negro supermasivo en una galaxia primitiva y reescribe lo que sabemos del universo temprano.

¿Quién dijo que el universo temprano era un lugar tranquilo y predecible? Recuerdo la primera vez que miré una imagen profunda del cielo y pensé que, más allá de esos puntitos tenues, la historia ya estaba escrita. Hoy, el telescopio espacial James Webb me obliga a volver a empezar: ha captado el agujero negro activo más antiguo confirmado, alojado en la diminuta galaxia CAPERS-LRD-z9. Apenas habían pasado quinientos millones de años desde el Big Bang y, aun así, allí estaba ese monstruo invisible comiéndose todo a su paso. ¿No te intriga?

¿Por qué este agujero negro rompe los esquemas?

El hallazgo, publicado en The Astrophysical Journal Letters, revela un núcleo galáctico activo situado a más de 13.300 millones de años luz. Su línea de emisión de hidrógeno, más ancha de lo esperado, delata gas cayendo a velocidades extremas. Los modelos clásicos dicen que un agujero negro nace del colapso de una estrella masiva y crece poco a poco, pero este ejemplar habría alcanzado hasta 300 millones de masas solares en un abrir y cerrar de ojos cósmico. Personalmente, me cuesta asumirlo sin preguntarme qué pieza falta en el puzle.

Cómo el James Webb detectó al “Little Red Dot”

CAPERS-LRD-z9 empezó como un punto rojo minúsculo en los datos del programa CAPERS. Su brillo infrarrojo era demasiado intenso para una galaxia corriente de aquella época. Cuando el equipo de Anthony J. Taylor examinó su espectro, encontró la firma típicamente asociada a un agujero negro voraz. Esa mezcla de gas denso y radiación encendida recuerda a un faro rodeado de niebla: no vemos la fuente, pero la luz nos grita que está allí.

Un gigante dentro de una galaxia diminuta

Lo que más me sorprende es la proporción: la masa del agujero negro supera el cuatro por ciento de la masa estelar estimada de la galaxia, que a su vez es menor que mil millones de soles. En el universo local, esa relación ronda el 0,1 por ciento. Imagínate un bebé con el tamaño de un adulto y entenderás por qué los astrónomos hablan de “crecimiento super-Eddington” o de semillas oscuras ya enormes al nacer.

¿Nacen así los primeros cuásares?

CAPERS-LRD-z9 forma parte de un grupo emergente de objetos que los científicos llaman Little Red Dots. Algunos sospechan que representan una fase fugaz: primero, el agujero negro se esconde tras una nube de gas espesa; después, cuando el viento radiactivo despeja la escena, la galaxia aparece como un cuásar deslumbrante. Si esta hipótesis es correcta, estaríamos viendo el tráiler de la película, no la cinta completa.

El misterio de la luz ultravioleta

Otra pieza desconcertante es el resplandor ultravioleta. ¿Proviene realmente de estrellas jóvenes o es luz del propio agujero negro dispersada por el gas? Si resulta ser lo segundo, la masa estelar sería todavía menor y el monstruo central, aún más desproporcionado. A mí me recuerda a esas ilusiones ópticas en las que lo que brilla no es lo que parece.

¿Y ahora qué?

Este descubrimiento nos deja con más preguntas que respuestas. ¿Se forman siempre los grandes agujeros negros de esta manera acelerada? ¿Cuántos Little Red Dots se esconden en los datos del Webb esperando que los descubramos? Me fascina pensar que, cada vez que miramos un poco más atrás, el universo nos obliga a reescribir los manuales.

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