El ADN milenario de Nuwayrat confirma la huella mesopotámica en los orígenes de Egipto

La ciencia acaba de asomarse, por fin, al código genético de un artesano que trabajó a orillas del Nilo hace entre 4 500 y 4 800 años. Un equipo internacional ha recuperado, en una vasija sellada bajo la aldea de Nuwayrat, el esqueleto de un varón adulto cuya excepcional conservación ha permitido resolver de una sola vez las cinco grandes preguntas informativas: qué se ha hallado (un genoma completo), quién lo analiza (investigadores de varios países), cuándo vivió (tercer milenio antes de nuestra era), dónde se encontró (sur de El Cairo) y, sobre todo, por qué importa: dentro de su ADN late una mezcla genética que enlaza el Egipto dinástico temprano con las antiguas poblaciones de Mesopotamia.

Un artesano del Nilo con linaje singular

El individuo medía alrededor de metro y medio, presentaba piel oscura, ojos marrones y cabello castaño y murió en una edad inusualmente avanzada para su tiempo, entre los 44 y los 64 años. Tenía artrosis, desgaste óseo y deformaciones musculoesqueléticas propias de un trabajo físico intenso, indicios que apuntan a la alfarería. Sin embargo, fue depositado en una pieza cerámica ceremonial, un privilegio que no recibían los obreros corrientes y que sugiere un estatus social respetado o una habilidad profesional muy valorada.

Un genoma excepcionalmente conservado

La clave de la investigación ha sido la extraordinaria preservación del material genético. El sellado hermético de la vasija, unido a la extracción de ADN en la raíz dental, brindó a los expertos las condiciones idóneas para aplicar shotgun sequencing sin dañar el espécimen. El resultado es la primera lectura íntegra del genoma de un egipcio de esa época.

Una dieta revelada por los isótopos

Los isótopos dentales confirman una dieta basada en trigo, cebada y proteínas animales, coherente con las comunidades nilóticas del periodo dinástico temprano. Pero la gran sorpresa surge al comparar los datos genéticos: una quinta parte de su ADN coincide con poblaciones mesopotámicas.

La huella genética mesopotámica

La arqueología llevaba décadas sospechando contactos a partir de la cerámica y de determinados avances tecnológicos; ahora, la biología molecular aporta la prueba definitiva de que los intercambios humanos, y no solo comerciales, ya estaban en marcha.

Lo que hasta ayer era apenas una hipótesis se convierte, gracias a un diente bien custodiado durante casi cinco milenios, en un dato incuestionable: Egipto y Asia occidental compartieron linajes desde los albores de la civilización. La vasija de Nuwayrat, sellada en el Reino Antiguo y abierta hoy por la ciencia, no solo guarda huesos; custodia el testimonio genético de un mundo más conectado de lo que imaginábamos.

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