Una alimentación baja en fibra, el exceso de peso y el sedentarismo disparan la presión dentro del intestino grueso y favorecen la aparición de estas pequeñas bolsas que, aun sin causar dolor, pueden complicar la vida diaria.
A simple vista, el colon parece ocupar un segundo plano frente al temido cáncer colorrectal, pero los datos dibujan otro panorama. Hasta el 40 % de la población occidental mayor de 50 años alberga divertículos, segundos diminutos que brotan hacia el exterior del intestino cuando la capa muscular cede ante una presión interna elevada. La Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD) subraya que se trata de una patología crónica y muy común: la enfermedad diverticular es ya la dolencia más frecuente del colon en Europa y Norteamérica. El quién, el qué, el dónde, el porqué y el cómo quedan claros. Falta resolver si podemos prevenirla y, llegado el caso, tratarla con éxito.
Causas y factores de riesgo de la diverticulosis
Los especialistas coinciden en que la fibra es la mejor aliada. Al alcanzar los 30-35 g diarios procedentes de frutas y verduras, las heces mantienen la consistencia adecuada y la presión intraluminal no se dispara. En sentido contrario, las dietas cargadas de carbohidratos refinados, la obesidad y la vida de sofá cooperan para que el intestino sufra.
No es casualidad que el 70 % de los mayores de 80 años presente bolsitas que miden apenas entre cinco y diez milímetros, aunque a veces crecen más. La edad pesa, sí, pero el estilo de vida puede inclinar la balanza antes de tiempo.
Síntomas de la diverticulosis y diverticulitis
El gran problema es que siete de cada diez pacientes no notan nada. La diverticulosis suele revelarse de forma accidental en una colonoscopia o en una prueba de imagen solicitada por otro motivo. Sin embargo, el 30 % restante describe dolor en el flanco izquierdo, distensión abdominal, gases rebeldes o cambios en el ritmo intestinal.
Son molestias que no ponen en riesgo la vida, aunque minan la calidad de la jornada. Cuando la inflamación o la infección hacen acto de presencia, la situación cambia de nivel: hablamos de diverticulitis, una complicación que puede desembocar en abscesos, fístulas, perforaciones, hemorragias e incluso peritonitis.
Tratamiento y prevención de la enfermedad diverticular
Ahora bien, un diagnóstico de diverticulosis no equivale a una condena. Si no hay síntomas, bastan ajustes dietéticos, hidratación abundante y un paseo diario que espante el sedentarismo. Cuando aparecen las molestias, los expertos recomiendan limitar las grasas y la carne roja, y apoyarse en analgésicos o espasmolíticos para calmar los cólicos.
La rifaximina ha demostrado reducir los brotes y, en algunos casos, se añade mesalazina o un probiótico específico. Si la infección se complica, los antibióticos y el reposo intestinal entran en juego. Solo uno de cada cuatro episodios graves exige cirugía para drenar un absceso, reparar una fístula u ordenar un colon bloqueado.
En definitiva, los divertículos son compañeros de viaje discretos pero frecuentes. Prevenir su aparición está en nuestra mano: bastan un plato colorido en la mesa, agua suficiente y el compromiso de movernos. Y si ya se han instalado, la clave es no subestimar sus señales y acudir al digestivo antes de que compliquen el trayecto. Porque cuidar el colon, al final, es cuidar el bienestar cotidiano.