Descubre por qué tu hermano suda más que tú haciendo el mismo ejercicio

¿Alguna vez te has preguntado por qué dos personas sudan de forma tan distinta haciendo el mismo ejercicio? Yo lo pensé la primera vez que compartí cinta de correr con mi hermano: él parecía un ventilador en pleno agosto y yo apenas rompía a sudar. Años después descubrí que la clave estaba en la intensidad, los grupos musculares implicados y, cómo no, en nuestro peso y composición corporal.

¿Por qué unos ejercicios queman más calorías que otros?

Austin “Ozzie” Gontang, de Pacific Pearl, lo resume con sencillez: cuanta más musculatura movilices y mayor sea la intensidad, mayor será el gasto energético. Eso explica por qué los entrenamientos de cuerpo completo (pensemos en esos circuitos que nos dejan sin aliento) disparan la quema de calorías.

Por supuesto, no todo depende del tipo de ejercicio. David Herzberg recuerda que la edad y el sexo modulan el resultado, y añade un matiz que a veces pasamos por alto: el músculo, al ser un tejido metabólicamente activo, consume más energía que la grasa incluso cuando estamos en reposo. ¿Conclusión rápida? Quien tiene más masa muscular se lleva de regalo un “plus” de calorías quemadas haga lo que haga.

¿Cuántas calorías se pierden en cada actividad según los CDC?

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades comparan dos niveles de esfuerzo. En la franja de actividad moderada, una persona de 154 libras gasta unas 180 calorías por hora si solo se estira; 220 si levanta pesas con calma; 290 pedaleando despacio; 330 bailando o jugando al golf a pie; y 370 en una ruta de senderismo. Subimos la apuesta y, en actividad vigorosa, la misma persona quema 440 calorías encestando balones o levantando pesas con brío; 460 caminando a paso ligero; 510 nadando; 590 pedaleando a más de diez millas por hora o corriendo.

Herzberg insiste en que, si tu meta principal es quemar, correr se lleva la corona: unas 12 calorías por minuto y todavía más si añades cuestas o aprietas el ritmo.

¿Y si no puedes, o no quieres correr?

Aquí llega mi parte favorita, porque no todos estamos para esprints. Gontang invita a empezar despacio: caminar, hacer aeróbic acuático, nadar, rodar en bici estática, deslizarse en elíptica o probar pilates. Quien necesite aún menos impacto encontrará aliados en los ejercicios en silla: marchas sentadas, círculos de brazos o pequeñas pesas para tren superior.

Ben Fung sugiere variar la rutina para que el cuerpo no se aburra: un día yoga, otro estiramientos dinámicos. Esa mezcla de cargas y descansos mantiene vivo el interés y, de paso, protege las articulaciones.

Herzberg coincide: no hace falta exprimir siempre el cuerpo al máximo para ver resultados. Cualquier movimiento, por mínimo que sea, suma.

La chispa final: constancia y diversión

Personalmente, me quedo con la idea de que “el mejor ejercicio es el que estás dispuesto a hacer”. Si disfrutas corriendo, corre. Si prefieres bailar, baila. Lo importante es moverse con regularidad, retar a tu cuerpo con algo de intensidad y escuchar tus propios límites.

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