Recuerdo aquellas tardes pegada al cristal de una pecera, fascinada por el vaivén hipnótico de los peces. ¿Tú también asumiste que nadaban en un elegante rombo, casi perfecto, solo porque la ciencia lo decía? Resulta que medio siglo después descubrimos que la coreografía era otra. Y sí, es tan sorprendente como liberador admitir que nos habíamos equivocado.
¿Llevamos 50 años mirando en el plano equivocado?
En los años 70, Daniel Weihs y Michael Lighthill se convirtieron en referencia al asegurar que una formación en diamante ahorraba energía al grupo. Su idea se convirtió en dogma. Pero casi todos los experimentos eran bidimensionales: tanques poco profundos, grabaciones cortas y un inevitable sesgo horizontal. Ahora, un equipo de Princeton y Harvard desmonta esa certeza con datos tridimensionales.
El salto tecnológico que cambió la perspectiva
La ingeniera Radhika Nagpal y su grupo colocaron seis danios gigantes en un tanque con flujo constante y los grabaron diez horas seguidas desde dos ángulos. Un software propio, entrenado con redes neuronales, capturó la posición exacta de cada pez en cada fotograma. El resultado: más de 260 000 imágenes útiles y más de dos millones de pares de posiciones relativas. ¿La conclusión? Solo el 25,2 % de las parejas estaban en formaciones planas y la formación en diamante apareció en menos del 0,1 % de los casos.
La “escalera” que conquista el espacio vertical
Lo que emerge no es un rombo, sino una alineación en escalera: cada pez se coloca ligeramente por encima o por debajo del que tiene delante. Este patrón domina el 79 % de las interacciones observadas. Al distribuirse en distintos niveles, evitan la turbulencia directa del compañero anterior y requieren menos sincronía perfecta que el famoso rombo. Más eficiencia, menos estrés coordinativo.
Números que cuentan una historia dinámica
Durante la primera hora, la velocidad del grupo bajó de 0,2 a 0,14 longitudes corporales por segundo: un ajuste energético lógico. La altura media se mantuvo más de una longitud corporal, evidenciando que no nadan en un plano. Además, la posición de cada pez se vuelve irreconocible en apenas 48 segundos y el volumen del banco se reconfigura por completo en 32. En otras palabras, la formación es efímera, tridimensional y perpetuamente cambiante.
De los océanos a los robots: ¿qué podemos copiar?
Nagpal ya prueba enjambres de robots submarinos inspirados en peces. Con este nuevo modelo en escalera, podrían ahorrar energía y sortear obstáculos de forma más flexible. Y los modelos hidrodinámicos clásicos tendrán que adaptarse: quizá el beneficio está en múltiples mini‑ahorros sucesivos, no en mantener una figura geométrica rígida.
¿Ocurre lo mismo en bancos con cientos de peces? ¿Influye el mar abierto frente a un río? ¿Qué papel juegan la vista o la línea lateral para mantener el orden vertical? Y, la gran cuestión evolutiva: ¿la escalera es un rasgo común o depende de la forma y la fuerza de cada especie?
Personalmente, me desconcierta pensar que la naturaleza sigue desafiando nuestras mejores ecuaciones. Quizá lo más valioso sea recordar que mirar desde otro ángulo puede cambiar lo que creemos saber.