Un equipo internacional demuestra en laboratorio que Diploschistes muscorum y Cetraria aculeata siguen vivos y metabólicamente funcionales tras cinco horas de atmósfera, presión y rayos X idénticos a los que azotan la superficie marciana.
Investigadores de la Universidad Jaguelónica de Cracovia y del Centro de Astrobiología (CSIC‑INTA) han logrado, por primera vez, mantener vivo el metabolismo de dos especies de líquenes bajo un “día” marciano completo de radiación ionizante. Los resultados, publicados el 24 de junio en la revista IMA Fungus, reabren el debate sobre la habitabilidad de Marte y aportan una pista fundamental para futuras misiones tripuladas y la búsqueda de vida extraterrestre.
Condiciones extremas en la superficie marciana
A lo largo de cinco horas —el tiempo que dura, en la cámara MARTE‑SIM, la secuencia de tormenta solar más extrema registrada por la NASA— los talos de D. muscorum y C. aculeata soportaron presiones de 6 mbar, saltos térmicos de –60 °C a +20 °C y un bombardeo de rayos X equivalente a 800 miligray, una dosis que en la Tierra mataría a la mayoría de los vegetales en cuestión de minutos.
Lejos de colapsar, el hongo simbionte de D. muscorum mantuvo la síntesis de clorofilas accesorias y activó enzimas antioxidantes en menos de diez segundos, una respuesta considerada “sorprendentemente eficaz” por la microbióloga polaca Kaja Skubala, autora principal del artículo.
Líquenes: alianza simbiótica resistente
«Es la primera evidencia directa de actividad biológica sostenida en condiciones superficiales marcianas», recalca Skubala. La científica subraya que los líquenes no son organismos simples, sino alianzas entre hongos y algas o cianobacterias cuyo éxito radica en una química cooperativa capaz de fabricar azúcares incluso en la penumbra. «Diploschistes no necesita luz continua: puede “hibernar” su fotobionte y, mientras tanto, vivir de la respiración aeróbica del hongo», explica.
La clave, según el estudio, es un escudo natural de melaninas y carotenoides que tapiza la corteza del líquen: pigmentos que absorben fotones de alta energía y neutralizan radicales libres antes de que dañen el ADN. Estas moléculas, comunes en especies de desierto y en la Antártida, habrían evolucionado durante millones de años como defensa frente a la radiación ultravioleta… y hoy resultan igual de útiles a 225 millones de kilómetros de casa.
Radiación ionizante: un reto superable
Los resultados sacuden una de las certezas clásicas de la astrobiología: que la radiación ionizante de la superficie marciana es, por sí sola, letal. Si un organismo complejo como el líquen resiste, microbios aun más simples —o incluso semillas tratadas genéticamente— podrían hacerlo también.
No es ciencia‑ficción. La propia NASA planea exponer biofilm de cianobacterias en la próxima misión Mars Sample Return, mientras SpaceX, fiel a la visión de Elon Musk —quien esta misma semana proclamó que «Marte será parte de EE. UU.»—, sueña con invernaderos presurizados en Valles Marineris.
Próximos estudios sobre vida en Marte
No obstante, el equipo pide cautela: el experimento duró cinco horas y empleó impulsos de alta radiación, no la exposición crónica de la vida real. «Necesitamos ensayos de meses, incluso de años, bajo el clima marciano completo: tormentas de polvo, percloratos y ciclos de CO₂ helado», advierte Skubala.
El laboratorio MARTE‑SIM ya prepara, junto a la ESA, una campaña de doce meses que incluirá hongos, bacterias y líquenes, buscando la combinación más resistente.
Aplicaciones prácticas para futuras colonias en Marte
Más allá del romanticismo de la colonización, el hallazgo tiene una consecuencia terrenal inmediata: los líquenes podrían usarse como biosensores y biofiltros en futuras bases, produciendo oxígeno, absorbiendo CO₂ y reparando estructuras con sus polisacáridos. La biología, una vez más, sugiere atajos donde la ingeniería se enreda.
¿Podría la vida autóctona de Marte haberse parecido alguna vez a estos líquenes? Todavía no hay respuesta. Pero los autores, conscientes de la dimensión filosófica de su trabajo, concluyen con una idea que encaja con la larga búsqueda humana: lo vivo, al fin y al cabo, lleva miles de millones de años aprendiendo a prosperar incluso cuando todas las probabilidades apuntan a lo contrario.
El estudio principal es el publicado en la revista científica IMA Fungus titulado: «Survival and metabolic activity of lichens exposed to Martian surface conditions», de Kaja Skubala et al. (2024), disponible en IMA Fungus.