Un atlas proteómico de 76 donantes revela que los vasos sanguíneos son los primeros en notar el paso de los años.
El tiempo avanza igual para todos, pero el reloj interno de nuestro organismo se descompasa. Un nuevo estudio liderado por la Academia China de Ciencias, publicado en Cell en 2025, ha cartografiado las proteínas de siete sistemas del cuerpo humano y concluye que alrededor de los 50 años se produce un punto de inflexión que acelera la degradación de tejidos y órganos. El hallazgo, fruto del análisis de muestras procedentes de 76 personas de entre 14 y 68 años fallecidas por traumatismos craneoencefálicos accidentales, traza con precisión cuándo, dónde y cómo empieza ese declive que deriva en enfermedades crónicas.
Un salto brusco en la mitad del camino
Hasta ahora se concebía el envejecimiento como una pendiente suave. Sin embargo, el estudio demuestra que entre los 45 y los 55 años se intensifica la remodelación proteómica de forma abrupta. El cambio se detecta especialmente en la aorta: las proteínas que regulan su elasticidad y reparación se alteran con más rapidez que en cualquier otro tejido, un indicio de por qué las patologías cardiovasculares se disparan a partir de esa edad. El páncreas y el bazo también muestran transformaciones sostenidas, lo que adelanta posibles complicaciones metabólicas e inmunológicas.
Proteínas que hablan de futuro
Los investigadores identificaron 48 proteínas asociadas a enfermedades cuya expresión aumenta con la edad. Entre ellas resaltan marcadores de fibrosis tisular, hígado graso y tumores hepáticos, piezas de un puzle que explica la cascada de dolencias propia de la madurez. Para corroborar el papel de una de esas proteínas, el equipo la inyectó en ratones jóvenes: los animales perdieron fuerza, resistencia y equilibrio, y presentaron signos de envejecimiento vascular prematuro. El experimento confirma que manipular la proteómica puede acortar o alargar la salud de los tejidos.
Hacia una medicina a medida de la edad
El trabajo no solo retrata el deterioro; también sugiere soluciones. Al describir un «reloj proteómico» para cada órgano, abre la puerta a intervenciones específicas que frenen el envejecimiento donde más urge. Saber que las venas envejecen primero permite anticipar terapias para reforzar su elasticidad antes de que aparezcan los síntomas. Además, el atlas ofrece una referencia temporal que puede guiar el diseño de fármacos y hábitos personalizados, con el objetivo de ganar años de vida saludable y no solo de vida biológica.
Un mapa de rutas para la segunda mitad de la vida
La investigación confirma que el envejecimiento humano no es un deslizamiento lento, sino una ruta con baches. El primero de ellos asoma en la quinta década, cuando el cuerpo deja de mantenerse al día con sus reparaciones rutinarias. A partir de ahí, cada tejido sigue su propio calendario, pero todos comparten un denominador común: la pérdida de equilibrio proteico. Con el nuevo atlas como guía, los científicos aspiran a diseñar estrategias que suavicen el camino y conviertan ese punto de inflexión en solo un hito más, no en el principio del declive inevitable.