Científicos creen haber identificado la región del cerebro que regula la percepción consciente y podría cambiar nuestra comprensión de la conciencia

Un estudio con pacientes portadores de electrodos intracraneales sugiere que esta región central del cerebro decide qué estímulos acceden a la experiencia consciente.

Los investigadores de la Universidad Normal de Beijing han publicado en Science que el tálamo podría actuar como puerta de entrada a la percepción consciente. Para alcanzar esa conclusión (qué), analizaron la actividad cerebral de varios pacientes chinos (quién) a quienes ya se les habían implantado electrodos muy finos para tratar un dolor de cabeza persistente (cómo). Las mediciones se realizaron en el propio hospital de la universidad (dónde) durante una serie de ensayos visuales efectuados este mismo año (cuándo) con el objetivo de esclarecer qué parte del encéfalo permite pasar de un procesamiento sensorial automático a una atención voluntaria y detallada (por qué).

Es bien sabido que la percepción consciente no equivale simplemente a estar despierto: respirar, parpadear o reconocer un ruido en segundo plano ocurre sin que medie reflexión. En cambio, cuando la persona decide fijarse en el ritmo de su respiración o aislar el sonido de un violín dentro de una orquesta, el cerebro realiza un salto cualitativo. El equipo chino quería localizar el punto exacto donde se produce ese cambio. Durante años se supuso que la corteza era la responsable casi exclusiva del fenómeno, mientras que al tálamo se le asignaba la modesta tarea de reenviar señales. Sin embargo, las nuevas mediciones cuestionan esa jerarquía.

Un filtro sensorial con voz propia

Los electrodos implantados ofrecieron una ventana privilegiada al interior del cráneo: los núcleos intralaminar y medial del tálamo se activaron justo en el instante en que los voluntarios afirmaban haber “tomado conciencia” del estímulo. En otras palabras, la señal talámica aparecía exactamente cuando los ojos dejaban de mirar de manera pasiva la pantalla y la mente comenzaba a concentrarse de forma deliberada en el objeto que parpadeaba. Esta sincronía llevó a los autores a proponer que el tálamo no solo filtra información, sino que decide qué fragmentos sensoriales merecen pasar a la esfera consciente, desbancando la noción de que todo ocurre en los pliegues corticales.

La prueba del parpadeo

El diseño experimental fue sencillo y, al mismo tiempo, esclarecedor. Se presentó un objeto que aparecía y desaparecía rítmicamente, una característica que obligaba a los pacientes a ajustar la vista de manera activa para no perderlo de vista. Al interrumpirse la imagen la mitad del tiempo, la tarea se convertía en un ejercicio de vigilancia constante: cada reaparición requería una breve pero firme decisión atencional. Mientras tanto, los electrodos registraban cada cambio de voltaje en tiempo real. Según los autores, se trata de una de las primeras ocasiones en las que se captura simultáneamente la actividad cerebral asociada al momento preciso de la percepción consciente en sujetos humanos.

Un nuevo reparto de papeles

Si el tálamo desempeña un papel tan influyente como sugieren los datos, se impone revisar los modelos clásicos de la consciencia. De dejar de ser mero pasillo sensorial para convertirse en supervisor activo, esta estructura podría explicar por qué ciertos estímulos acceden a la mente consciente mientras otros quedan relegados al trasfondo. Además, los hallazgos ofrecen una base fisiológica más clara para abordar trastornos en los que la percepción se altera, desde estados de mínima consciencia hasta determinadas formas de dolor crónico.

Como subrayan los propios autores, «los hallazgos indican que los núcleos talámicos intralaminar y medial regulan la percepción consciente». La frase encierra un cambio sutil, pero profundo: la consciencia, lejos de residir únicamente en las capas externas del cerebro, podría depender de una región profunda que ejerce de director de orquesta.

El avance es modesto en tamaño, pero sugiere que el mecanismo más íntimo de la mente humana está más distribuido de lo que se pensaba, con el tálamo ocupando un lugar de mando que hasta ahora había pasado desapercibido.

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