Un análisis de imágenes infrarrojas tomadas en 1983 y 2006 localiza un cuerpo de hasta 17 masas terrestres, posible responsable de las órbitas anómalas del cinturón de Kuiper.
A falta de confirmación definitiva, astrónomos de la Universidad Nacional Tsing Hua (Taiwán) han identificado un objeto que podría devolver al Sistema Solar su noveno planeta. El candidato, descrito en un artículo recién aceptado por Publications of the Astronomical Society of Australia, aparece en dos cartografiados infrarrojos el IRAS de 1983 y el satélite japonés AKARI de 2006 y se encontraría hoy a unas 700 UA del Sol (≈ 105.000 millones de km), más allá de la órbita de Neptuno. Su débil resplandor sugiere una masa mayor que la de Neptuno y una órbita tan lenta que completaría un giro cada 10.000‑20.000 años.
Cómo se encontró
Para aislar la señal, el equipo comparó millones de fuentes puntuales detectadas por IRAS y AKARI, separadas por 23 años. Un desplazamiento mutuo de apenas ≈ 45 arcmin encajaba con la velocidad angular prevista para un planeta situado entre 500 y 700 UA.
Tras aplicar filtros de paralaje terrestre y descartar objetos cercanos o galaxias distantes, solo quedó un candidato viable. Los fotones procedentes de él indican temperaturas de entre –223 °C y –218 °C, coherentes con un gigante helado que emite principalmente en el infrarrojo lejano.
Un gigante helado muy discreto
Los modelos termodinámicos usados por los autores sitúan su masa entre 7 y 17 veces la terrestre, rango típico de Urano o Neptuno. Tan lejos del Sol, el hipotético planeta apenas refleja luz visible; su detección óptica exigiría telescopios de gran campo y exposiciones prolongadas.
Su relativa invisibilidad explica por qué las campañas anteriores incluido el programa WISE no dieron con él.
Pistas en el cinturón helado
La existencia de un cuerpo así resolvería varios enigmas del cinturón de Kuiper. Desde 2016 se sabe que seis objetos muy lejanos comparten una orientación orbital insólita, y que otros cuerpos menores incluso viajan en sentido contrario al resto del Sistema Solar.
Un planeta masivo y distante puede explicar ambas rarezas mediante resonancias gravitatorias.
Una órbita interminable y un censo planetario en revisión
Los cálculos preliminares indican un periodo orbital de decenas de milenios, justo el tiempo que duró la civilización humana moderna. A diferencia de Plutón degradado en 2006 por no “limpiar” su vecindario, este mundo barrería su entorno, cumpliendo el requisito de la IAU para ser considerado planeta de pleno derecho.
Si se confirma, el recuento oficial volvería a nueve y obligaría a retocar los modelos de formación del Sistema Solar.
Lo que falta por hacer
El candidato solo figura en archivos históricos; se necesitan observaciones de seguimiento con el Vera C. Rubin Observatory o con cámaras de gran campo como DECam. Confirmar un desplazamiento coherente en los próximos años finiquitaría el debate.
Entretanto, el hallazgo alimenta la posibilidad de que otros sistemas estelares alberguen gigantes ocultos que escapan a la detección convencional, un aliciente más para la astrofísica planetaria.
El estudio se ha publicado en Publications of the Astronomical Society of Australia.