Arqueólogos españoles confirman que la piedra del monumento megalítico de Matarrubilla viajó decenas de kilómetros por mar hace más de 5.000 años

Un análisis geoarqueológico demuestra que la monumental roca fue transportada hace cinco mil años desde la antigua ensenada del Guadalquivir hasta el Aljarafe sevillano, obligando a reescribir la historia técnica del megalitismo ibérico.

El hallazgo llega firmado por un equipo multidisciplinar de universidades y centros de investigación españoles y parte de una pregunta aparentemente sencilla: ¿de dónde procede la imponente pila monolítica que yace en el centro del tholos de Matarrubilla, en Valencina de la Concepción (Sevilla)? La respuesta, sin embargo, ha resultado revolucionaria.

La roca, de unos 2.200 kg de peso y más de un metro cúbico de volumen, fue extraída en torno al IV milenio a. C. en un afloramiento de yesos tectonizados cercano a Las Cabezas de San Juan, a unos 55 km en línea recta, y cruzó por mar la entonces bahía del Guadalquivir antes de ascender tres kilómetros cuesta arriba hasta su ubicación actual. Se trata de la primera prueba documentada de transporte megalítico por vía acuática en la prehistoria peninsular, un dato que altera de raíz la visión que se tenía de las capacidades logísticas de aquellas comunidades.

Un tholos que no deja de sorprender

Matarrubilla forma parte del gran complejo calcolítico de Valencina junto a La Pastora, Montelirio y Cerro de la Cabeza. Su corredor, de 36,21 m de longitud, conduce a una cámara circular de 2,75 m de diámetro presidida por la célebre pila. Hasta ahora se pensaba que todo el conjunto pertenecía a los siglos finales del III milenio a. C.; sin embargo, las dataciones por luminiscencia ópticamente estimulada (OSL) realizadas bajo la roca sitúan su deposición entre 4544 y 3227 a. C.

Ese rango empuja el origen de la estructura a una fase monumental previa y desconocida, levantada varios siglos antes de los tholoi que hoy definen el paisaje arqueológico del Aljarafe.

Una roca exótica, tallada con instrumentos de piedra

Los estudios petrográficos describen la pila como una brecha de yeso de tonos blancos, rojizos y verdosos, ausente en el entorno de Valencina. La piedra fue esculpida mediante impactos repetidos de azuelas pulidas y otras herramientas líticas, sin rastro de metal. Ese detalle no solo confirma una tecnología anterior a la plena Edad del Cobre, sino que demuestra un extraordinario dominio sobre materiales duros con medios aparentemente limitados.

Una vez modelada, la pieza fue transportada completa: su posición en el centro de la cámara descarta cualquier labra in situ de precisión.

Navegar en el IV milenio a. C.

Hace cinco mil años el bajo Guadalquivir era una gran ría salpicada de brazos de mar. Para salvarla, los constructores debieron recurrir a barcas o balsas capaces de soportar más de dos toneladas de peso, coordinando remolque, estiba y desembarco antes de afrontar la subida final a la meseta aljarafeña. La travesía prueba que esas sociedades dominaban técnicas náuticas complejas y una logística social capaz de movilizar decenas —quizá cientos— de personas en un proyecto con fuerte carga simbólica.

Un objeto sin iguales

Aunque existen paralelos parciales en Irlanda y Malta, ningún otro yacimiento europeo reúne la combinación de forma rectangular, tamaño, material y cronología que exhibe Matarrubilla. Tampoco se han hallado restos de pigmentos o grabados sobre su superficie. Todo apunta a que el valor ritual residía en la propia roca: su rareza, su colorido natural y la historia de su viaje.

Implicaciones para el megalitismo europeo

El descubrimiento encaja con la idea de Valencina como centro ceremonial de alcance suprarregional, un lugar donde convergían gentes, materias primas y saberes técnicos del suroeste peninsular. El marfil africano, el ámbar báltico o la variscita extremeña hallados en campañas anteriores refuerzan esa lectura. Pero la pila de Matarrubilla añade una dimensión inédita: la confirmación de rutas marítimas regulares capaces de mover grandes bloques pétreos miles de años antes de la navegación fenicia.

Un nuevo punto de partida

La investigación, publicada en Journal of Archaeological Science, invita a revisar la secuencia constructiva de Valencina y, por extensión, la cronología del megalitismo en toda la fachada atlántica europea. Si poblaciones del IV milenio a. C. pudieron perforar estuarios con cargas colosales, quizá los intercambios culturales y tecnológicos fueron mucho más intensos —y tempranos— de lo que se pensaba.

El viaje de la pila de Matarrubilla no fue solo un prodigio de ingeniería prehistórica; es, sobre todo, la pista de un mundo conectado por agua cuando la historia aún estaba por escribirse.

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