Arqueólogos encuentran una tumba real de hace 5.000 años que podría cambiar la historia: mide más de 5 metros

El sepulcro, situado en las ruinas de Wangzhuang, alberga más de 350 objetos de jade, cerámica y hueso y apunta a la existencia de un reino prehistórico con una jerarquía compleja.

Los arqueólogos chinos no dan crédito ante un descubrimiento que reescribe la historia del Neolítico en el corazón de China. Un equipo del Instituto Provincial de Patrimonio Cultural de Henan ha desenterrado una tumba de unos 5.000 años de antigüedad, con algo más de 5,4 metros, perteneciente, con toda probabilidad, a un monarca o a alguien de linaje real. El hallazgo, anunciado tras meses de excavación minuciosa, confirma la existencia de un centro político y ceremonial que rivaliza con los grandes asentamientos del valle del río Amarillo.

El sepulcro ocupa 17 m², un tamaño insólito para la época, y contiene un ataúd central de casi 4,8 × 3,7 m. Junto a él han aparecido mandíbulas de cerdo (símbolo de abundancia), más de un centenar de vasijas finamente decoradas y cerca de 200 adornos de jade esmeradamente trabajados. Estas piezas, procedentes de talleres lejanos, revelan una red de intercambios que conectaba la llanura central con el litoral oriental y los valles del Yangtsé.

«Los indicios apuntan a que Wangzhuang no era una aldea cualquiera, sino la capital de un pequeño reino», explica Zhu Guanghua, profesor asociado de la Universidad Normal Capitalina. La disposición jerarquizada de las tumbas, donde la riqueza del ajuar crece al ritmo del tamaño de la cámara funeraria, encaja con la idea de una sociedad estratificada que manejaba excedentes y bienes de lujo para legitimar el poder.

Sin embargo, el esplendor se mezcla con la violencia. Los expertos han hallado hojas de cuchillo partidas adrede y huesos humanos reducidos a un puñado de falanges, señales de un saqueo ritual o de una afrenta política perpetrada poco después del entierro. Los ajuares rotos suelen leerse como un gesto de “matar” los objetos para que acompañen al difunto al más allá; pero, tratándose de la tumba principal, algunos investigadores barajan la hipótesis de un ataque rival destinado a desacralizar la memoria del soberano.

La cultura material encaja con la tradición de Dawenkou (4.000–2.600 a. C.), célebre por su cerámica polícroma y sus ritos funerarios sofisticados. El hallazgo multiplica, no obstante, los matices: ciertas vasijas presentan motivos típicos del este, otras recuerdan a estilos del alto Yangtsé y unas pocas combinan ambos lenguajes plásticos. «Estamos ante un crisol de influencias que obliga a imaginar la prehistoria china como un mosaico de culturas interconectadas, más que como un único foco de civilización», subraya Li Xinwei, subdirector del Instituto de Historia Antigua de la Academia China de Ciencias Sociales.

Queda por resolver el enigma de la destrucción: ¿fue una venganza dinástica, un latrocinio o un acto ritual? El estudio detallado de los fragmentos de jade, la posición de los cuchillos fracturados y la escasez de restos óseos puede ofrecer respuestas en los próximos meses. Entre tanto, la tumba de Wangzhuang se convierte en una ventana privilegiada para comprender cómo el poder, el comercio y la ideología tejieron, piedra a piedra, los primeros reinos de la China antigua.

La información ha sido extraída de un comunicado de prensa del China Daily.

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