Los restos de estrellas y agujeros negros podrían desvanecerse mucho antes de lo que se pensaba, según un estudio recién publicado.
En un artículo divulgado el 12 de mayo en Journal of Cosmology and Astroparticle Physics, un equipo liderado por el astrofísico teórico Heino Falcke (Universidad Radboud, Países Bajos) adelanta en decenas de órdenes de magnitud el final calculado del universo. Sus nuevas estimaciones sitúan la desaparición total de la materia en 10 elevado a 78 años, frente a los 10 elevado a 1.100 años propuestos en 2023. «El fin definitivo del universo llega mucho antes de lo esperado, pero afortunadamente todavía lleva mucho tiempo», resume Falcke.
Radiación de Hawking más allá de los agujeros negros
La investigación parte de la radiación de Hawking, el proceso cuántico que, según Stephen Hawking, provoca la lenta evaporación de los agujeros negros. Falcke y sus colaboradores han generalizado ese mecanismo a cualquier objeto ultradenso, incluidas las enanas blancas y las estrellas de neutrones.
El resultado es sorprendente: la tasa de evaporación depende solo de la densidad, no del tamaño ni de la masa: tanto las estrellas de neutrones como los agujeros negros de masa estelar compartirían una vida útil similar, alrededor de 10 elevado a 67 años.
El hallazgo contrasta con la idea de que los agujeros negros deberían desaparecer antes, al contar con campos gravitacionales más intensos. «Pero los agujeros negros no tienen superficie», puntualiza Michael Wondrak, coautor del trabajo. Esa “ausencia” implica que parte de la radiación emitida puede reabsorberse, ralentizando la pérdida de masa y equiparando su destino al de otros cadáveres estelares.
¿Qué significa para nosotros?
Incluso con la corrección a la baja, hablamos de un horizonte temporal que supera en muchos órdenes la vida de cualquier estrella actual. No hay motivo para la urgencia: la Vía Láctea seguirá brillando durante billones de años. La novedad radica, más bien, en comprobar que, a la escala adecuada, ningún objeto es eterno. Si hasta los remanentes más longevos acabarán deshaciéndose en un fondo térmico oscuro, tal vez la clave no sea la permanencia, sino la lucidez de preguntarse por ella mientras las estrellas aún arden.
«Afortunadamente, todavía falta mucho tiempo», insiste Falcke. Basta con mirar el cielo esta noche para comprobar que ese futuro remoto, aunque inevitable, sigue siendo un susurro frente al fulgor presente de cada punto de luz.