Este error común a partir de los 40 años podría estar causando orzuelos recurrentes según un oftalmólogo

Recuerdo aquella mañana en la que, nada más apagar la alarma del móvil, noté un pinchazo curioso en el párpado. “Será una legaña rebelde”, pensé. Horas después, el espejo confirmó lo que mi abuela siempre bautizó como orzuelo. Me preparé una infusión de manzanilla, clásico remedio de la familia, pero la hinchazón seguía allí, desafiando mi agenda y mi paciencia. No estaba sola: a partir de los 40, este pequeño bulto se convierte en invitado frecuente de muchas miradas.

¿Por qué los orzuelos se vuelven frecuentes al llegar a los 40?

El cirujano ocular Gonzalo Bernabéu lo explica en un Reel de Facebook: los pacientes de 40 a 50 años aparecen en consulta con orzuelos reincidentes y un neceser lleno de colirios y pomadas que alivian, sí, pero no resuelven. Lo importante es detectar el origen.

Pomadas y masajes: alivio que no basta

Bernabéu enumera lo que solemos intentar primero: crema antibiótica, masajes tibios y colirios calmantes. Todo eso reduce el dolor y la inflamación, lo corroboro por experiencia, pero la pregunta sigue allí: ¿por qué reaparece? La respuesta, según el especialista, se encuentra en dos frentes muy concretos.

Hipermetropía oculta y vista cansada: la combinación silenciosa

Por un lado, unas glándulas del borde del párpado que se obstruyen (muy parecido a un brote de acné); por otro, una graduación incorrecta para la visión cercana. A estas edades emerge la presbicia y, con ella, esa hipermetropía oculta que nos obliga a forzar el enfoque. Y llega el aviso literal del oftalmólogo: “A veces no ponerse la gafa para cerca en pacientes de entre 40 y 50 años puede ayudar a que aparezcan orzuelos con más frecuencia”.

Confieso que durante mucho tiempo pensé que leer el menú del restaurante sin gafas era cuestión de orgullo. Ahora comprendo que ese gesto heroico era, en realidad, un pequeño sabotaje a mis párpados.

Revisar la graduación con y sin dilatación: la clave que posponemos

Bernabéu insiste en graduarse tanto con como sin dilatación para afinar la corrección. En un mundo de pantallas permanentes (tablet, portátil, móvil, reloj inteligente), ajustar la lente correcta puede marcar la diferencia entre un párpado tranquilo y un orzuelo reincidente.

La vida digital y un cambio sencillo

Pasamos horas deslizando, haciendo zoom y respondiendo mensajes. Cada “solo un momento” sin gafas multiplica el esfuerzo ocular y, con él, la probabilidad de que esas glándulas se tapen. Para mí, la revelación más poderosa del mensaje del cirujano es su sencillez: ponerse la gafa adecuada a tiempo ahorra dolor, medicación y visitas al oftalmólogo. Mantener las glándulas del párpado despejadas empieza por no exigirle a nuestros ojos un esfuerzo extra.

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