Descubren con un robot algo inquietante en el fondo marino frente a Galicia a más de 4.000 metros de profundidad: un secreto oculto desde hace más de 30 años

El hallazgo del robot, parte de la misión internacional Nodssum, confirma la magnitud del vertido atómico oculto en el Atlántico nororiental y anticipa un inventario que podría superar los 200.000 contenedores.

El primer barrido del vehículo autónomo francés Victor 6000 ha revelado más de mil bidones con residuos radiactivos a 4.500 m de profundidad, apenas a un día de iniciarse la campaña científica del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS). El operativo, dirigido desde el buque oceanográfico L’Atalante y con la participación del Ifremer, la Autoridad de Seguridad Nuclear y de Radioprotección y el geólogo marino español Javier Escartín, pretende cartografiar una zona situada a unos 1.000 kilómetros de Galicia para evaluar el impacto de los desechos atómicos arrojados al mar entre 1946 y 1990.

Un vertedero atómico en la llanura abisal

Los responsables de la expedición recuerdan que se estima en más de 200.000 los bidones hundidos en el Atlántico nororiental durante la segunda mitad del siglo XX, procedentes de varios países con actividad nuclear.

Para facilitar el rastreo, los científicos han escogido una llanura abisal sin volcanes ni fallas activas, un relieve que permite al robot desplazarse con seguridad y obtener imágenes de alta resolución antes de alcanzar los 6.000 m de capacidad operativa.

Muestreos científicos en marcha

Mientras el submarino documenta los contenedores, a bordo del L’Atalante se coordinan muestreos de agua, sedimentos y fauna bentónica. Se emplean corrientómetros para analizar los flujos marinos y equipos de espectrometría que medirán la dispersión de partículas radiactivas.

Por ahora no se manipularán directamente los bidones: la prioridad es comprender cómo interactúan con los ecosistemas y qué riesgos suponen para la biodiversidad.

Segunda fase prevista para 2026

La misión se articula en fases. La actual, centrada en el reconocimiento visual y la recogida de datos básicos, dará paso en 2026 a una segunda etapa con dos nuevos vehículos subacuáticos: uno operado a distancia para tomar muestras selectivas y un submarino tripulado que permitirá observación directa y trabajos de precisión.

No se registraba un despliegue comparable desde hace más de tres décadas, muestra de lo incipiente que aún es esta línea de investigación y de la relevancia tecnológica del proyecto.

Hacia una evaluación del impacto radiactivo

Aunque los mil bidones detectados por el robot constituyen apenas un esbozo del vertedero submarino, los científicos confían en que Nodssum arroje luz sobre las consecuencias ambientales de utilizar el océano como depósito atómico.

Con los análisis de laboratorio pendientes y el apoyo de nuevas herramientas de inspección, la comunidad internacional dispondrá por fin de datos sólidos para valorar el legado radiactivo que reposa en las profundidades y diseñar estrategias de mitigación.

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