Una copa de vino diaria podría proteger el corazón, pero solo en dosis muy contenidas

El profesor Ramon Estruch y su equipo del Hospital Clínico de Barcelona han puesto cifras a una sospecha habitual de las sobremesas mediterráneas: beber menos de un vaso de vino durante la comida podría reducir de forma tangible el riesgo cardiovascular. El hallazgo llega desde la rama española del ensayo PREDIMED, que monitorizó durante cinco años a 1232 hombres y mujeres mayores, residentes en toda la geografía española, para verificar cómo interactúa el consumo real de vino con una dieta rica en aceite de oliva virgen extra, pescado y verduras.

Un biomarcador que cuantifica las copas

Para sortear la memoria inexacta de los cuestionarios, los investigadores midieron el ácido tartárico en orina, un metabolito exclusivo de la uva que delata la ingesta de la última semana. Este biomarcador convierte los brindis en números precisos, evitando las medias verdades sobre lo que se llenó o no se llenó en cada copa. Al correlacionarlo con los informes dietéticos y los historiales clínicos, el patrón se hizo evidente: quienes tomaban entre tres y treinta y cinco copas estándar al mes, de media a una diaria, presentaron un 50 % menos de infartos, ictus o muertes de origen cardíaco que los abstemios o los grandes bebedores. Con menos de media copa el beneficio cayó al 38 %. Y, a partir de la segunda ración diaria, la ventaja desapareció e incluso se invirtió.

El papel de los polifenoles y el tamaño de la copa

La clave parece residir en los polifenoles del vino, un cóctel de resveratrol, quercetina y catequinas que, dentro del contexto mediterráneo, refuerza la acción antioxidante de frutas, hortalizas y aceite de oliva. El etanol, por su parte, eleva el colesterol HDL, el llamado “bueno”, pero también puede subir triglicéridos y tensión arterial si se supera el límite. Por eso, los autores recalcan que el tamaño del vertido importa: muchos vasos domésticos admiten ocho o nueve onzas y empujan sin querer a la zona de riesgo.

Cuando el beneficio se vuelve riesgo

La realidad es menos romántica de lo que dicta la cultura popular. Una revisión con 4,8 millones de participantes concluyó en 2023 que ninguna cantidad de alcohol garantiza vivir más cuando se corrigen los sesgos de las personas que dejaron de beber tras enfermar. Además, una sola copa adicional eleva la presión sistólica entre dos y cuatro milímetros de mercurio, lo suficiente para desatar hipertensión en predispuestos. De ahí que las guías de la Asociación Estadounidense del Corazón limiten el consumo a cinco onzas diarias para las mujeres y el doble para los hombres, márgenes que coinciden con los tramos beneficiosos del estudio catalán.

¿Empiezo a beber?

Entonces, ¿qué hacer con la botella? Para los mayores de 35 años que ya comen al estilo mediterráneo, una copa de 150 ml servida con la cena es difícilmente perjudicial y, en ciertos perfiles de alto riesgo, quizá protectora. Pero nadie debería empezar a beber por el corazón, advierten los autores, recordando la vertiente adictiva del alcohol: uno de cada diez fallecimientos en edad laboral guarda relación con el exceso etílico, según los CDC. Quien prefiera abstenerse puede obtener resveratrol en uvas y frutos rojos y antioxidantes en abundancia en las mismas verduras y el aceite de oliva virgen extra que sostienen la pirámide mediterránea.


El nuevo trabajo, publicado en European Heart Journal, no corona al vino como medicina, pero sí confirma que, en cantidades muy moderadas y acompañado de la dieta adecuada, el brindis cotidiano puede formar parte de un estilo de vida cardioprotector. El secreto, como tantas veces, está en la medida exacta de la copa.

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