Los tomates de Galápagos deshacen millones de años de evolución

Los volcanes de las Islas Galápagos acogen un fenómeno poco habitual: la evolución va marcha atrás. Investigadores de la UC Riverside y del Instituto de Ciencias Weizmann han confirmado, en un trabajo publicado en Nature Communications, que dos especies de tomate silvestre han recuperado compuestos químicos que la familia del tomate perdió hace millones de años. El hallazgo demuestra, en pleno 2025 y a orillas del Pacífico, cómo una presión ambiental puede forzar a una planta a releer su pasado genético para sobrevivir.

Un viaje químico al origen

El equipo analizó 56 muestras repartidas por todo el archipiélago. El resultado fue tan sorprendente como inequívoco: las poblaciones orientales producen el alcaloide “moderno”, semejante al de los tomates cultivados, mientras que las occidentales fabrican una molécula más antigua, idéntica a la que aún conservan las berenjenas. Bastó cartografiar la distribución geográfica para ver el patrón.

Los autores localizaron la pieza clave: una enzima cuya versión ancestral vuelve a estar activa tras mutar solo unos pocos aminoácidos. Ese leve cambio reabre la ruta biosintética que la planta había silenciado, restaurando un arma química capaz de disuadir a animales herbívoros.

La presión del desierto joven

La paradoja no termina ahí. Las zonas donde emerge el alcaloide primitivo coinciden con los territorios más jóvenes y áridos del archipiélago, formados hace menos de medio millón de años. En ese paisaje de lava negra y lluvias escasas, la competencia por el alimento aprieta y los depredadores se vuelven más temibles. Recuperar viejas defensas químicas ofrece una ventaja inmediata, y la selección natural se encarga del resto. El proceso es tan intenso que, en algunas poblaciones, han revertido varios genes a la vez.

Una lección para la biotecnología

Los atavismos genéticos no son nuevos, pero raras veces se documenta su expansión a escala poblacional. La fuerza de este caso abre la puerta a explorar cómo dirigir mutaciones mínimas para obtener compuestos de interés farmacéutico o agrícola. Al fin y al cabo, programar un “retroceso” controlado podría generar cultivos más resistentes o fármacos inéditos.

Del pasado hacia el futuro

El hallazgo encierra un mensaje doble. Por un lado, la evolución no siempre avanza en línea recta: puede reactivar soluciones antiguas cuando el entorno lo exige. Por otro, entender con precisión cómo lo hace la naturaleza brinda a la ciencia una guía para diseñar plantas y medicamentos con una destreza sin precedentes. La investigación en Galápagos es, así, un recordatorio de que el pasado genético sigue vivo y de que observarlo con detalle puede iluminar el futuro de la biotecnología.

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