El Telescopio Espacial James Webb ha fotografiado por primera vez la lenta agonía de un pequeño mundo que orbita su estrella en tan solo nueve horas y pierde materia con cada vuelta.
El hallazgo, anunciado por un equipo de la Universidad Estatal de Pensilvania y del MIT, revela qué está sucediendo (un planeta rocoso se desintegra), quién firma la investigación (Nick Tusay y Marc Hon, entre otros), cuándo y dónde se ha observado (mediante el James Webb desde la órbita solar) y, sobre todo, por qué y cómo ocurre el fenómeno: la temperatura superficial supera los 2.100 kelvin y volatiliza piedra y metal, generando una cola de polvo que oscurece la luz de su estrella en cada tránsito.
K2-22b: planeta de periodo ultracorto
Los astrónomos califican a K2-22b como un planeta de periodo ultracorto. Su órbita, de apenas nueve horas, lo sitúa tan cerca de su estrella que hasta los silicatos se convierten en gas. El James Webb ha detectado ese vapor en forma de destellos irregulares en el brillo estelar, la firma inequívoca de una cola de detritos que se alarga millones de kilómetros.
Cola de polvo y composición interna
La novedad es doble. Por primera vez se accede, casi en tiempo real, al interior de un planeta extrasolar: los fragmentos expulsados contienen material del manto y quizá del núcleo. Según Tusay, “estos mundos están derramando sus entrañas en el espacio y por fin tenemos los medios para analizar de qué están hechos”.
BD+05 4868 Ab: planeta en evaporación
La misma campaña ha confirmado un segundo caso extremo. BD+05 4868 Ab, monitorizado con TESS, completa una vuelta en poco más de treinta horas y proyecta dos colas de polvo: la principal cubre el 1 % del disco estelar durante quince horas; la secundaria, más fina, se desplaza a otra velocidad. Para Marc Hon, “la velocidad de evaporación es tan descomunal que estamos asistiendo a las últimas ‘horas’ cósmicas del planeta”.
Observaciones espectrales con James Webb y TESS
La importancia de que BD+05 4868 Ab orbite una estrella más brillante es decisiva: la señal espectral permite “leer” la química de los granos desprendidos con una nitidez inédita. Los equipos combinan ahora observaciones en infrarrojo del James Webb y datos de TESS para buscar vapores de silicato, hierro o compuestos exóticos que pongan a prueba los modelos actuales de formación planetaria.
Formación y destrucción planetaria
Hasta hace una década estos objetos parecían rarezas; hoy las búsquedas automatizadas de TESS y la resolución del James Webb han convertido lo insólito en laboratorio. Cada rastro de polvo añade una pieza al rompecabezas de las fuerzas de marea, la radiación estelar y la física de las altas temperaturas que dicta la supervivencia (o la ruina) de los planetas más cercanos a sus soles.
Los resultados, disponibles en arXiv dentro de la sección de Astrofísica Terrestre y Planetaria, confirman que las estrellas pueden desmenuzar por completo a sus mundos cuando se dan las condiciones adecuadas. K2-22b y BD+05 4868 Ab son, de momento, los mejores testigos de ese destino abrasador y, al mismo tiempo, una ventana privilegiada al corazón de planetas que nunca podremos visitar.