James Webb capta planetas a 300 años luz creando tormentas de arena cósmicas

Un equipo internacional ha detectado nubes de silicato y un disco circumplanetar en el sistema YSES-1, una escena que muestra cómo los planetas intercambian materia con su entorno y quizá dan forma a futuras lunas.

Hace apenas unos días, el Telescopio Espacial James Webb reveló que los mundos YSES-1 c y YSES-1 b, de apenas 16,7 millones de años, están lanzando arena al cielo y, en el caso de YSES-1 b, acumulándola en un anillo “castillo de arena”. El hallazgo, publicado el 10 de junio de 2025 en Nature, ofrece una instantánea inédita de la meteorología y la construcción de lunas en los primeros gigantes gaseosos.

Así se asoma Webb a un arenero cósmico

La estrella YSES-1, en la constelación Musca, brilla a unos 300 años luz. Gracias a la gran separación orbital —de 5 a 10 veces la distancia Sol-Neptuno— el Webb obtuvo imágenes directas con el instrumento MIRI y descompuso su luz entre 9 y 11 micras, el rango donde nubes de silicato dejan una huella inconfundible.

Un planeta rojo y otro que “alimenta” a sus lunas

YSES-1 c pesa ≈14 Júpiteres y resplandece de rojo porque nubes de piroxeno y forsterita atrapan el calor en las capas altas. Cada cristal mide menos de 0,1 µm, lo bastante ligero para mantenerse en suspensión y teñir el planeta. Más lejos, YSES-1 b sigue creciendo dentro de un disco rico en olivino submicrónico: el material choca, se pulveriza y forma un anillo que recuerda a los “castillos de arena” infantiles, pero a escala astronómica.

Lecciones para los primeros años de Júpiter y Saturno

Los investigadores comparan la escena con lo que debieron vivir Júpiter y Saturno cuando aún se hinchaban. Analizar el tamaño y la altitud de los granos revela cuán rápido se mezclan los gases y qué moléculas quedarán visibles cuando los planetas maduren. Esa información resulta clave para interpretar futuras bioseñales en atmósferas lejanísimas y afina los modelos de formación planetaria.

El reto de vigilar un clima de arena

El equipo planea seguir las “estaciones” de silicato con el Webb y, más adelante, con el Extremely Large Telescope. Si la neblina se adelgaza, la temperatura caerá y surgirán bandas de metano que ayudarán a precisar la edad de los mundos. También buscarán destellos de rayos en las nubes minerales, un fenómeno predicho pero jamás observado.

“Observar estos planetas es como abrir un álbum de fotos de la infancia de nuestro propio Sistema Solar”, resume Valentina D’Orazi, astrónoma del INAF y co-autora del estudio.

En resumen, cada grano suspendido sobre YSES-1 cuenta una historia de formación planetaria en tiempo real. Y, como ocurre con los castillos de arena en la playa, bastará una ráfaga —o un nuevo espectro— para que la escena cambie y nos obligue a reescribir los modelos de atmósferas exoplanetarias.

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