Un modelo 4-D liderado por el geofísico Shaofeng Liu (Universidad China de Geosciencias) demuestra que el Cratón del Norte de China perdió casi la mitad de su raíz litosférica tras un doble episodio de subducción plana y retroceso, poniendo en duda la supuesta eternidad de los núcleos continentales.
Desde la escuela aprendemos que un cratón es el “esqueleto” inmutable de los continentes: bloques de roca arcaica, fríos y de hasta 200 km de grosor que flotan sobre el manto como corchos geológicos. Esa imagen de indestructibilidad empezó a resquebrajarse cuando las tomografías sísmicas bajo el este de China revelaron un vacío inesperado: faltaba medio cratón y, en su lugar, se detectaba manto anómalamente caliente.
Respaldo a una hipótesis sorprendente
Para averiguar qué ocurrió, el equipo de Liu reconstruyó 200 millones de años de movimientos de placas con modelos de flujo del manto en cuatro dimensiones. El resultado fue chocante: incluso la litosfera más antigua puede “descoserse” si la subducción primero se aplana y, después, retrocede.
Nuevas conexiones académicas
El trabajo, publicado en Nature Geoscience, encaja con estudios de Wyoming y de los Andes que vinculan subducción plana + rollback con el adelgazamiento de raíces cratónicas y con fases alternas de compresión y extensión en superficie.
Bajo un cratón “sano” la litosfera es tan rígida y ligera que actúa como salvavidas térmico. Cuando un slab oceánico se desliza casi horizontal —caso de la placa Izanagi bajo Asia jurásica— comprime la corteza suprayacente: la región entre la península de Corea y las montañas Taihang se acortó y ganó hasta un 54 % de espesor.
Un gigante llamado Cratón del Norte de China
El NCC abarcaba cerca de 1,3 millones de km² y hospedaba rocas de más de 2.500 Ma. Tras la colisión con Izanagi, el slab quedó “atrapado” a 410 km de profundidad, formando una losa horizontal de 6.400 km de ancho —un auténtico trampolín para futuros procesos.
“La litosfera arcaica puede romperse; basta la combinación adecuada de subducción plana y retroceso”, sentencia Liu. Su equipo calcula que la raíz litosférica, originalmente de ~200 km, se ha adelgazado hasta menos de 120 km —una pérdida superior al 40 %.
Complejidad desconocida
El retroceso generó una “cuña de manto” hipercaliente entre el slab y el cratón. Los fundidos infiltraron la base de la litosfera, la hidrataron, redujeron su densidad y viscosidad, y finalmente la arrancaron en fragmentos que ascendieron como volcanismo alcalino cretácico.
Lo sorprendente es que procesos similares se documentan bajo las Rocosas —episodio de slab plano Farallón–Wyoming hace 90 Ma— y en la margen andina de Sudamérica, donde la placa de Nazca retrocede y abre cuencas posteriores al arco. El patrón sugiere que la cercanía a un margen activo, y no la edad, decide el destino de un cratón.
Preguntas sin respuestas fáciles
¿Significa esto que todos los escudos continentales están condenados? No. El Kaapvaal sudafricano, anclado en pleno interior continental, sigue exhibiendo una raíz intacta de 220 km. Pero los cratones “de borde” —NCC, Wyoming, Amazonia— comparten un talón de Aquiles: la presión negativa que genera el rollback puede succionar sus cimientos.
Los cratones controlan desde la distribución de minerales estratégicos hasta la respuesta isostática a la pérdida de hielos. Destruir una raíz puede reubicar arcos volcánicos, abrir vías para fluidos metalíferos e imponer cambios de relieve de hasta 600 m a escala regional. Comprender su vulnerabilidad no es un capricho académico: es esencial para prever riesgos sísmicos, recursos y evolución climática a muy largo plazo.
El hallazgo de Liu y colaboradores recuerda que, en geología, “eterno” es solo un adjetivo cómodo: bajo la presión adecuada, incluso la roca más antigua acaba cediendo.