Nuestro ADN esconde rutas de hibernación que podrían frenar el envejecimiento y allanar el camino de los viajes interestelares

Dos estudios publicados en Science identifican en el genoma humano los mismos “interruptores” moleculares que permiten a osos y ardillas pasar meses sin comer ni moverse, sin deterioro muscular ni cerebral.

Cuando en pleno invierno un oso se repliega en su guarida y reduce su metabolismo al mínimo, parece dejar en suspenso el paso del tiempo. Ahora, un consorcio internacional de genetistas demuestra que los mecanismos que hacen posible esa hibernación no son ajenos al ser humano. Según los trabajos, divulgados recientemente en la revista Science, existen miles de secuencias reguladoras en nuestro ADN que coinciden con las que gobiernan la entrada en letargo de los grandes mamíferos. Si se aprendiese a activarlas, se abriría una vía para tratar enfermedades degenerativas, ralentizar el envejecimiento y, a largo plazo, sostener misiones espaciales de años de duración.

El hallazgo en torno al locus FTO

La pista decisiva se halló cerca del conocido locus FTO, asociado en personas al riesgo de obesidad. En hibernadores, esa misma región funciona de otra manera: acumula grasa de forma eficiente y la consume sin daño en órganos ni tejidos. El equipo localizó elementos reguladores específicos (CRE) que modulan la actividad de genes vecinos como Irx3 e Irx5, piezas clave del metabolismo. “Nuestros hallazgos muestran que los elementos cis asociados a la hibernación afectan a la expresión génica y modulan distintos aspectos del metabolismo”, señala el artículo.

Para comprobarlo, los científicos eliminaron selectivamente estas secuencias en ratones mediante edición genética. El resultado fue revelador: algunos animales aumentaron de peso con la misma dieta rica en grasas, otros redujeron su ritmo metabólico o alteraron su respuesta al ayuno. La conclusión es contundente: basta retocar unos pocos interruptores para cambiar en profundidad el gasto energético de un mamífero.

Perder frenos, no ganar funciones

El análisis comparado de genomas de decenas de especies muestra que los hibernadores han perdido “restricciones” que mantienen activo nuestro motor biológico incluso en reposo. Más que añadir capacidades nuevas, la evolución eliminó esos frenos y permitió que el metabolismo cayera casi a cero. Tras despertar, los animales recuperan plena función muscular y cognitiva en cuestión de horas.

El hipotálamo como centro de mando

Durante experimentos de ayuno y realimentación, el hipotálamo de los ratones activó o silenció más de 10 000 genes de golpe. Muchas de esas regiones de control son las mismas que han evolucionado de forma acelerada en osos, murciélagos o ardillas terrestres. El cerebro, por tanto, coordina un reinicio metabólico integral que protege tejidos, sin las secuelas típicas de la inmovilidad prolongada en humanos.

Neuroprotección y longevidad

Los autores subrayan que los hibernadores revierten alteraciones neuronales comparables al Alzheimer y mantienen estable la masa muscular. Ese “escudo” natural sugiere estrategias para prevenir la atrofia tras cirugías, mejorar la recuperación de lesiones y retrasar el envejecimiento celular. Si esos genes ya existen en nosotros, la medicina de precisión tiene un mapa mucho más claro para diseñar fármacos o terapias génicas.

¿Hibernar rumbo a otras estrellas?

La hibernación controlada lleva décadas inspirando la ciencia ficción. Un estado de consumo energético mínimo reduciría las necesidades de oxígeno y alimento, evitaría la pérdida de masa ósea y mitigaría el estrés psicológico de los trayectos de larga duración. Los nuevos estudios no prometen cápsulas criogénicas inmediatas, pero confirman que la base genética del letargo está latente en nuestra especie. Como concluyen los investigadores, “los humanos ya tienen el marco genético; solo hay que identificar los interruptores de control para estos rasgos propios de hibernadores”.

Si la biología finalmente aprende a pulsarlos, la frontera entre sueño invernal y exploración espacial podría estrecharse mucho antes de lo previsto.

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