Hago esta reflexión cuando llevamos semanas observando el pulso, desigual e inhumano, que se desarrolla en Melilla entre las fuerzas de seguridad españolas y marroquíes y un puñado de desheredados de la tierra que buscan trabajo, pan y techo; una batalla, con sus muertos y “sus cortados en pedazos” que a nadie del Gobierno le ha producido siquiera una lágrima, en tanto que su discurso represor continúa dominando; el Parlamento se altera aunque pronto calla, y en la prensa las voces contra la barbarie proceden sólo de francotiradores.
¿Qué debería ocurrir para que una mayoría social salga a la calle y grite “basta”?: ¿que haya más muertos, que las cuchillas trenzadas en las alambradas desangren a media África, o que los desesperados muden su piel negra por la nuestra blanca?.
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