“La primera víctima cuando llega la guerra es la verdad”. La frase, que se atribuye al senador estadounidense Hiram Johnson durante la Primera Guerra Mundial, viene a pelo en la actual situación catalana. Como sucede también con otra frase muy parecida, pronunciada por el entonces primer ministro británico Winston Churchill en plena Segunda Guerra Mundial: “En tiempos de guerra la verdad es tan preciosa que debería ser protegida de las mentiras por un guardaespaldas”.

En Cataluña afortunadamente no hay guerra, por suerte incluso son muy escasos los incidentes violentos, aunque por desgracia los hay: el más reciente, el protagonizado el pasado lunes en el campus de la UAB por un grupo de fanáticos y salvajes secesionistas que agredieron de forma brutal a los miembros de Societat Civil Catalana (SCC) que, con todos los permisos en regla, habían plantado una carpa para dar a conocer sus posiciones.

En Cataluña no hay guerra ni existe una violencia física real. Pero hay un clima de violencia moral, de auténtico “mobbing”. El psiquiatra Adolf Tobeña explica las razones de esto en su último libro, La pasión secesionista, al analizar el proceso independentista catalán desde los parámetros de la psicobiología y la neurología. Para Tobeña el secesionismo no nace de ninguna locura o alienación colectiva sino de un enamoramiento, de una pasión compartida, alimentada de modo potente y permanente por un gran aparato de propaganda.

De ahí la enorme importancia política y social de la designación del periodista valenciano Vicent Sanchis como nuevo director de TV3, sin duda el elemento fundamental y más influyente del secesionismo. La inesperada y por ahora inexplicada dimisión de su antecesor en el cargo, el también periodista Jaume Peral, que había sido nombrado por la mayoría absoluta independentista en el consejo de gobierno de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA), permitió a esta misma mayoría absoluta imponer como sustituto a su único candidato, el ya citado Vicent Sanchis.

El absolutismo de una mayoría absoluta inexistente

La imposición de la elección de Vicent Sanchis ha agitado todavía mucho más las ya suficientemente agitadas aguas de la política catalana, porque se ha producido con la desvergüenza impúdica e impune que caracteriza a la mayoría absoluta secesionista en el citado consejo de gobierno. Una mayoría absoluta que, conviene recordarlo, que no existe en votos de los ciudadanos pero sí en escaños y que por ello da a Junts pel Sí (JXSí) tres de los seis votos con el añadido, en caso de empate, del voto decisorio de quien ejerce la presidencia, con los otros tres votos repartidos entre PSC, PP e incluso UDC, partido ahora sin ningún diputado, mientras que ni C’s ni CSQEP ni la CUP tienen voz ni voto en este órgano de dirección del servicio público de radiotelevisión de la Generalitat.

Toda la oposición parlamentaria –esto es, C’s, PSC, CSQEP y PP-, en este caso con el añadido de la CUP –y, por tanto, con clara mayoría en el Parlamento catalán- ha puesto el grito en el cielo al conocer el nombre del nuevo director de TV3. La explicación es muy fácil: Vicent Sanchis no solo es un propagandista radical y fanático del secesionismo –fue, por ejemplo, vicepresidente del Òmnium Cultural, una de las dos entidades básicas, con la autodenominada Assemblea Nacional Catalana, en la organización, difusión y movilización de todo tipo de manifestaciones, actos y campañas independentistas-, sino que ha desarrollado casi toda su carrera periodística a la sombra del poder convergente, y de forma muy especial de la mano y bajo la protección de su “padre padrone” o “capo”, el que años atrás, cuando Jordi Pujol era presidente de la Generalitat, fue el omnipresente y todopoderoso secretario general de la Presidencia, Lluís Prenafeta, la auténtica mano derecha de Pujol durante todos aquellos primeros años de gestación del régimen pujolista.

Sanchis, un hombre de Prenafeta

Sin Prenafeta posiblemente no hubiese existido TV3. Como mínimo, no hubiese existido como es. Suya fue la decisión de nombrar como director del proyecto y primer director a Alfons Quintà, un personaje insólito, de pasado ferozmente antipujolista y que el paso del tiempo ha acabado colocando en el lugar que se merece: asesinó a su pareja y se suicidó, sabiéndose ya médicamente desahuciado. Con Quintà y con los sucesivos directores en TV3 y en Catalunya Ràdio, Prenafeta hizo y deshizo a su antojo, amañó todo tipo de operaciones y contratos que beneficiaron a quienes él quiso, contrató en plantilla a buen número de amigos, conocidos y saludados, y promovió una propaganda ultranacionalista basada en la construcción de un país virtual, de un imaginario colectivo irreal pero que se extendió y arraigó en amplios sectores de la sociedad catalana.

Prenafeta, tras su forzada retirada del primer plano de la política a causa de sus cada vez más notorias y nada transparentes vinculaciones con varios negocios –de aquellos polvos vinieron estos lodos: ahora se sienta en el banquillo de los acusados en la Audiencia Nacional, junto a Macià Alavedra, Bartomeu Muñoz y Luis Andrés García, entre otros implicados en el llamado caso Pretoria-, pareció dejar a un lado su control del potente aparato audiovisual de la Generalitat, aunque la larga sombra de su poder siguió teniendo allí aún algunas influencias.

Hundió “El Observador”, el “Avui” y “BarçaTV”

El nombramiento de Vicent Sanchis es el regreso de Prenafeta a TV3. Desde que Sanchis llegó a Barcelona, casi toda su actividad profesional ha estado vinculada a Prenafeta. Fue incluso director general de la Fundació Catalunya Oberta, el “think-tank” nacionalista creado por el propio Prenafeta. Fue también uno de los responsables periodísticos de la salida a la calle del diario El Observador, que el mismo Prenafeta creó para competir y superar a La Vanguardia, a pesar que acabó siendo su amigo Sanchis quien tuvo que acabar echando el cierre de aquella aventura. Poco después Sanchis pasó a dirigir el diario nacionalista Avui, que con él al frente vivió su gran caída de difusión y, a pesar de las cuantiosas ayudas recibidas de la Generalitat y de otras administraciones públicas catalanas, acabó siendo absorbido por El Punt. Más tarde Sanchis recibió el encargo del entonces presidente del F.C. Barcelona, el también secesionista Joan Laporta, para que dirigiera el canal BarçaTV, que solo después de su cese, ya con Sandro Rossell como presidente barcelonista, consiguió recuperarse y afianzarse.

Poco más del 10% de audiencia

Con estos antecedentes profesionales tan poco atractivos, se hace aún más difícil de entender la designación de Vicent Sanchis como nuevo director de TV3. Entre otras razones, porque la cadena viene padeciendo una progresiva y muy alarmante pérdida de audiencia que la ha llevado a situarse ahora en tercera posición en Cataluña, tras Tele5 y Antena3, con poco más del 10% de cuota y más bien a la baja.

Si a todo se le añade que los otros canales televisivos de la CCMA tienen asimismo porcentajes mínimos de audiencia y que la situación económica de la empresa es difícilmente sostenible a medio y a largo plazo, entre otras razones porque en gran medida estas pérdidas de audiencia vienen motivadas por el sesgo cada vez más propagandista y sectario de casi todos sus programas, es lógico que los trabajadores de TV3, a través de su comité de empresa y del sindicato de periodistas, se hayan manifestado asimismo contra el nombramiento de Sanchis.

La pesadilla llega a TV3

Pero lo más importante en esta relación entre Prenafeta y Sanchis es que son coautores de dos libros, L’ombra del poder (La sombra del poder) y El malson, quan la realitat supera la ficció (La pesadilla, cuando la realidad supera la ficción). Ambos títulos coinciden ahora para explicar la llegada de Vicent Sanchis a la dirección de TV3. Porque para nadie es un secreto que los motivos reales del cese de Jaume Peral como director de la televisión autonómica catalana –cese presentado como dimisión, pero realmente cese- fue que Peral había dado un tratamiento informativo bastante más neutro y plural de lo que se esperada sobre el juicio del inicialmente llamado caso Palau, convertido luego en caso Millet y que cada vez más es caso Convergència.

Pocos cambios habrá en TV3 por lo que respecta a la propaganda secesionista, tras el cambio de Jaume Peral por Vicent Sanchis. Será más de lo mismo, quizá en edición corregida y aumentada. Donde sí se notará la larga sombra del poder de Prenafeta será en la más pura y burda manipulación que Sanchis dará a las informaciones de los cada vez más numerosos casos de corrupción y financiación ilegal que afectan a la antigua CDC, travestida ahora en PDECat. Para TV3 llega ahora la pesadilla, cuando la realidad supera la ficción. Y es que, como recordaba al principio, “la primera víctima cuando llega la guerra es la verdad”. Y la guerra no es ni será por el secesionismo. Será por el 3%. O por el 4%...