Si alguien empieza un artículo llamando “pandilla de dinosaurios borrachuzos” al jurado de los premios Nobel, entonces lo que sigue puede ser una auténtica bomba. Si, además, quien lo ha plasmado en una columna de opinión es Fernando Sánchez Dragó, llega el momento de advertir de que, si eres seguidor, fan, entusiasta de Bob Dylan, mejor no sigas leyendo.

Es evidente que cada cual puede expresar sus opiniones de la manera que considere oportuna y el controvertido escritor lo hace en su artículo dominical en ‘El Mundo’ y de qué manera. El título es bastante explicativo: ‘Escupitajo a la literatura’.

El Nobel de literatura al cantante estadounidense no le gusta y lo deja meridianamente claro. A su juicio, Dylan es tan novel como que “nunca ha escrito nada fuera de unas letrillas para canciones tan cursis”, y tan “insulsas” como el propio creador.

“Nunca había llegado tan lejos”

Pero va más allá, al indicar que “los carcamales de la Academia sueca han incurrido en un grave insulto a la literatura”. Recuerda que no es nuevo esto de que un Nobel vaya a parar a alguien que no es del agrado del escritor, aunque reconoce que “nunca había llegado tan lejos”. En este sentido menciona a otro premiado del que se habla estos días por su fallecimiento al indicar que ese límite que Sánchez Dragó marca según sus gustos no se sobrepasó “ni siquiera cuando dieron el premio al cómico Dario Fo, que escritor de verdad no era, pero que al menos había escrito payasadas, astracanadas, diálogos y monólogos que ni pintiparados para el Club de la Comedia”.

“¿Sabrán leer?” en la Academia Sueca

No está contento y lo demuestra asegurando que “año tras año esos borrachines (…) dan su caprichoso espaldarazo a escritores segundones, tercerones, cuarterones” y a los que nadie conoce, y olvidan, dice, a otros creadores “buenos” como Murakami, Auster o Ian McEwan, por citar solo a tres de los que menciona Sánchez Dragó.

Según sus palabras, Bob Dylan supone el salto a la modernidad–“se entra al trapo del mundo de hoy”- dominada, entre otras por la “frivolidad” o “la superficialidad” para concluir preguntándose si los miembros de la Academia sueca “¿sabrán leer?”.