El rumor se ha confirmado. Artur Mas y Jordi Pujol concertaron una reunión con carácter de urgencia en el domicilio de un empresario amigo de ambos, Juan Martí. El encuentro se produjo poco antes de que la guardia civil procediese a un nuevo registro de la sede del partido nacionalista.

La omertà catalana sigue viva
Martí es un viejo amigo de Pujol y de Mas. No solo eso, formó parte, en su día, del consejo de administración de Banca Catalana y ha sido en los últimos tiempos paño de lágrimas del expresident, especialmente después que éste confesase públicamente que había defraudado a Hacienda ocultando dinero en el extranjero. Pujol, desaparecido de la escena pública, suele visitar asiduamente a su amigo Martí en el mismo domicilio en el que se ha visto con Mas, situado en la barcelonesa calle de l’Avenir, muy cerca de donde se halla la sinagoga.

Cuando este encuentro ha salido en la comisión permanente del parlament, ante la que comparece Mas para dar explicaciones acerca de lo que está pasando en su partido, las caras de los convergentes han empalidecido. El nerviosismo ha hecho mella hasta tal punto que su portavoz, Jordi Turull, ha llegado a decir que "el compromiso de Convergencia es de transparencia cero con la corrupción", lo que ha provocado, lógicamente, la hilaridad de la sala. No ha sido su único lapsus. “Yo cuando hablo estoy callado” ha sido otra. Irónicamente, el convergente ha dicho la verdad sin darse cuenta.

 

 


 

La táctica de los nacionalistas ha sido, a pesar de su pánico escénico, la de siempre. Apabullar con detalles técnicos en materia de contratación – todos ellos perfectamente obviables porque, según dice el refrán, hecha la ley, hecha la trampa – y evitar cualquier asunción de responsabilidades políticas.

Con dos tesoreros detenidos, Mas no ha dicho ni una palabra acerca de ellos. No ha nombrado una sola vez ni a Osácar ni a Viloca. No ha asumido, a pesar de que Miquel Iceta, portavoz socialista así se lo ha pedido, ninguna responsabilidad. Nada sabía ni nadie le contaba nada. Todo son casualidades, todo son complots de Madrid.

Tampoco ha dicho nada de la reunión con Pujol, claro. Fueron solo diez minutos, pero nadie habla de la conversación telefónica que ambos mantuvieron el día anterior, y que duró casi una hora. En ella, avisado Mas del inminente registro y detenciones que iban a producirse, está el meollo de su urgencia para ver en persona a Pujol ¿Para qué? ¿Qué podía producirse en un encuentro físico que no pudiera pasar en una conversación por teléfono?

Esperamos que la omertà catalana se rompa de una vez y podamos saber que asuntos se traen entre manos ambos presidentes.

Pero mucho nos tememos que, si llegamos a ser conocedores de éstos detalles, no será porque Mas nos los revele.

Seguiremos atentamente lo que queda de la comparecencia.