Hace un año, los jóvenes liberales del independentismo radical intentaron ganar la presidencia del Ateneu Barcelonés con una candidatura encabezada por Bernat Dedéu, un tertuliano filósofo que resumió su programa con dos palabras: Orden y Aventura. Fracasaron en su intento y ganó el historiador Jordi Casassas; pero ya entonces dejaron claro que su plan era asaltar también la alcaldía de Barcelona. Jordi Graupera, otro tertuliano académico de dicho grupo, viene anunciando estos días que, efectivamente, la aventura continúa.

Graupera pretende ser el candidato unitario de las fuerzas independentistas en las próximas elecciones municipales en Barcelona. De momento, solo se sabe que para él Barcelona “es capital”, uno de los eslóganes más manidos de la política local, sin embargo, la frase completa en este caso debería ser que “es capital para los planes independentistas”.

Este pequeño núcleo de la intelligentsia independentista ha sido muy crítico con los dirigentes del Procés por blandos, especialmente tras la retirada ordenada por el gobierno Puigdemont ante la severa intervención del Estado; su interés por Barcelona es táctico e instrumental, atribuyen a Ada Colau una posición excesivamente fría y falta de compromiso con el soberanismo. Según ellos, esta actitud de la alcaldesa sería una de las causas de la debilidad del movimiento independentista, de ahí la urgencia de convertir la capital de Cataluña en uno de los arietes de la batalla contra el Estado español.

La debilidad exhibida por el gobierno municipal en los últimos meses, ya recogida por las encuestas, anima las expectativas de la conquista independentista de Barcelona. Colau no ha conseguido dotar de personalidad a la gestión del Ayuntamiento; sus proyectos chocan constantemente con su minoría en el pleno y la política de vivienda, su proyecto estrella, avanza tan lentamente que no brilla como balance para sustentar su mandato. La ruptura del pacto con el PSC le valió críticas generalizadas, incluso desde su coalición de gobierno; desde aquel episodio, Iniciativa no disimula sus discrepancias con el entorno de la alcaldesa.

La derrota de Colau dentro de un año es pues una hipótesis real, tanto, que la propia expectativa va a dinamitar, probablemente, la aventura de Graupera. Alfred Bosch, el candidato de ERC, se relame leyendo los sondeos y difícilmente va a renunciar al sueño de la alcaldía, por el que está dispuesto incluso a hacer descarrilar el proyecto de ampliación parcial del tranvía que siempre había apoyado.

El PDeCAT tiene previstas unas primarias para elegir a su aspirante, a las que de momento ya se ha presentado la ex vicepresidente de la Generalitat, Neus Munté, y nada hace pensar que los neoconvergentes, muy decididos a iniciar la recuperación del partido en solitario, cueste lo que cueste, vayan a ceder ante Graupera y su discurso de la unidad de acción independentista. El partido de Marta Pascal ha pagado un alto precio orgánico con la experiencia de JxC impuesta por Puigdemont en su momento. Los filósofos Graupera y Dedéu tal vez deban resignarse a dar brillo a la lista del PDeCAT si quieren entrar en la política por la puerta municipal

La dispersión del voto independentista es una de las grandes esperanzas de Colau para seguir en la alcaldía un segundo mandato; esta repetición le ofrecería el tiempo necesario para que los barceloneses puedan visualizar los efectos de su acción en la promoción de viviendas asequibles y algunas grandes obras urbanas enmarañadas como el túnel de Glorias puedan entrar en funcionamiento. Aun así, siempre le quedará la amenaza de Ciudadanos, vencedores de las últimas autonómicas en Barcelona, un dato relevante pero no definitivo para los comicios locales dada la dificultad de trasladar resultados de unas elecciones a otras, como bien sabía la Convergència de Jordi Pujol.