Oriol Junqueras y Carles Puigdemont nunca han tenido una fuerte relación personal. Son dos personalidades muy diferentes, aunque ideológicamente tengan puntos en común, como el independentismo. Pero las actitudes vitales los separan. El ejemplo más claro es que mientras el expresidente de la Generalitat vive en Bélgica, el líder de ERC está encarcelado a Estremera desde el 2 de noviembre, ahora hace tres meses.

Cuando Puigdemont accedió a presidente de la Generalitat el enero de 2016, su relación con Junqueras era inexistente, e incluso tensa. Exdirigentes de ERC y de CDC establecieron que era necesario que, como mínimo, se comunicaran directamente y no a través de intermediarios. Después de unas semanas, la comunicación no era muy fluida, pero como mínimo las dos patas del primer gobierno independentista en Cataluña hablaban cara a cara.

A pesar de todo, el proceso hacia la celebración del referéndum del 1 de octubre y los plenarios de septiembre y octubre del año pasado volvieron a hacer aflorar diferencias de criterio entre tos dos. El cisma se produjo el 26 de octubre: Puigdemont había decidido convocar elecciones y Junqueras, a través de Marta Rovira, se opuso y echó la gente en la calle calificando Puigdemont de "traidor". El Gobierno de Mariano Rajoy aplicó el artículo 155 el mismo 27 de octubre y ni Puigdemont ni Junqueras dijeron nada de nada aquel día. El sábado 28 de octubre, Puigdemont hizo una intervención desde Girona, horas antes de que marchara a escondidas hacia Bélgica, donde apareció el 31 de diciembre por sorpresa de Junqueras.

El 2 de noviembre, quién había sido vicepresidente de la Generalitat compareció ante la juez Carmen Lamela de la Audiencia Nacional, la cual dictó una orden de prisión incondicional. Puigdemont lo miraba desde Bruselas.

Durante estos tres meses, mientras Puigdemont ha participado activamente a la campaña electoral del 21D, Junqueras, cabeza de lista de ERC, sólo ha enviado mensajes de forma esporádica. Incluso, una pequeña entrevista radiofónica durante la campaña le ha salido cara a Junqueras: ha sido sancionado a 15 días a no salir al patio. Sus dos intentos para salir en libertad o bien para participar como diputado han sido en vano, pues el juez del Tribunal Superior Pablo Llarena lo mantiene en prisión.

Junqueras come el rancho de la prisión y Puigdemont se mueve en libertad por Bélgica: ha ido a la ópera, ha frecuentado restaurantes, ha participado en manifestaciones, charlas y ha concedido entrevistas a medios cercanos a su causa. Junqueras sólo ha podido hacer una entrevista periodística y ha sido intermediando sus abogados.

Tres meses después, Junqueras sigue a Estremera. Tres meses después, Puigdemont alquila una casa en Waterloo, cerca de Bruselas, donde dispondrá de 550 metros cuadrados en un barrio benestant. Son dos maneras de responder por sus actos. Son dos maneras de enfrentarse a la vida.