El lío de los contactos secretos de la Generalitat con el Gobierno de Madrid y con el mismísimo Rajoy ha agrandado las distancias entre Carles Puigdemont y la dirección de su partido, todavía desorientada y dolida por su renuncia a optar a la reelección. No es solo cuestión del estilo personalista de Puigdemont de hacer las cosas; el episodio de la mentira política que se vio obligada a protagonizar por falta de información la portavoz del Govern, Neus Munté, desautoriza y desprestigia públicamente a la vicepresidenta del Pdecat, un activo electoral en la reserva y una de las voces que se resiste a aceptar un referéndum por las malas. El próximo capítulo de la crisis en la que vive instalado el partido puede tener como protagonista a Jordi Jané, titular de Interior, cuya dimisión es un objetivo prioritario de la CUP. Los socios de JxS consideran que la credibilidad de la promesa del referéndum depende de la continuidad o no del actual consejero, poco predispuesto a saltarse la ley.

El director de los Mossos, Albert Batlle, declaró hace poco que la policía autonómica, en su función de policía judicial, no dudarían en detener a Carme Forcadell o a Carles Puigdemont si así se lo ordena un juez. “Lo hemos dicho siempre, hay que cumplir la legalidad vigente”, remató Batlle en su entrevista en Aquí Parlem de TVE. La coincidencia de estas afirmaciones con las revelaciones de Enric Millo sobre las reuniones secretas, le restó publicidad, pero no gravedad desde la perspectiva de los sectores radicales que han convertido la desobediencia al Estado español en el principal mantra del independentismo.

Las palabras de Batlle son fieles a la línea argumental defendida por el titular de su departamento, Jordi Jané, quien desde hace meses viene siendo cuestionado sistemáticamente por la cooperación de los Mossos con la justicia, trasladando ante los jueces a diversos concejales independentistas que se habían negado a comparecer en los tribunales. En JxS existe la sensación de que los días de Jané en el gobierno pueden ser contados. Esta decisión daría alas al eslogan presidencial del “referéndum o referéndum” pero también abriría una crisis de gobierno que muchos valoran como insoportable dadas las difíciles relaciones entre los socios y, sobretodo, complicaría aún más la vida a la débil dirección del Pdecat.

El Partit Demócrata Europeu Català nació para eludir el pasado pujolista de CDC y no ha dejado de vivir en horas bajas desde el minuto cero de la nueva aventura. Perdió 5.000 militantes de golpe, aunque aseguran haber recuperado 3.000 nuevos socios. Ni siquiera ha conseguido sacudirse la denominación de “la antigua Convergencia” y sus dificultades para elaborar listas municipales para las próximas elecciones locales son un pésimo augurio para su plan de asentamiento territorial y recuperación electoral. Mientras ellos no saben ni siquiera quien encabezará la lista para las previsibles elecciones autonómicas, sus aliados de ERC ya tienen decidido incluso quien cerrará la candidatura de Oriol Junqueras: Lluís Llach.

Los republicanos le están ganando claramente la carrera a los nuevos convergentes en atraer a los independientes de Junts pel Si, gracias a su aureola de futuros vencedores de los comicios y también por el conocimiento directo de éstos de las dificultades internas existentes en el Pdecat, un clamor en la vida interior del Parlament. La coexistencia entre diputados de familias ideológicas dispares y predisposición manifiestamente contradictoria a la unilateralidad o a la propia independencia, como Germà Gordó, en su momento aspirante a dirigir un Pdecat abierto a los no independentistas, Jordi Turull, portavoz de la coalición de verbo encendido y memoria frágil (en la última sesión equiparó la acción del Tribunal Constitucional y la Fiscalía contra Carme Forcadell como un nuevo 23-F), y el mismo Jané está resultando muy compleja y mal disimulada.    

Durante un tiempo, la confianza en el liderazgo de Carles Puigdemont permitió al equipo dirigido por Marta Pascal driblar los múltiples inconvenientes de la nueva formación: la resistencia de la vieja guardia (de Francesc Homs a Felip Puig), las dudas de los antiguos patricios y mecenas convergentes por el giro independentista, el malestar de los derrotados en el congreso fundacional y las aspiraciones de algunas figuras emergentes como Mercè Conesa, presidenta de la Diputación de Barcelona y alcaldesa de Sant Cugat.

El espejismo se truncó al no poder convencer a Carles Puigdemont para que accediera a presentarse como candidato a la presidencia. La negativa no es definitiva, formalmente, porque el presidente cuando es interrogado por el tema suele dejar abierta la puerta a un cambio de posición de darse en Catalunya unas circunstancias excepcionales que no concreta. Paradójicamente, también Artur Mas, al ser preguntado por sus planes de futuro apela a unas indeterminadas circunstancias extraordinarias para decidirse. Tal vez sean las mismas: las de una crisis institucional monumental o al desánimo galopante del independentismo por no haber conseguido sus objetivos. De no darse la singularidad requerida por sus principales figuras para enfrentarse al temible Junqueras, deberán recurrir a un perfil parecido al de Neus Munté. Por eso les dolió tanto el triste papel que hizo jugar Puigdemont a su consejera de la Presidencia en el juego de los desmentidos.