Mientras Carles Puigdemont, Artur Mas y un séquito de convergentes se muestran solidarios con Francesc Homs, proclamando que el juicio por el butifarrendum es un juicio político, que no hay calidad democrática en España y llevando la gesticulación nacionalista a niveles de histeria, Oriol Junqueras sigue a su rollo y va a lo seguro. El zagal se ha dado cuenta que la pela es la pela, y que aquí, cuando no se tienen pelendengues para irse de España, lo suyo es quedarse, pero amenazando con que te vas a ir.

Esquerra ha encontrado algo que buscaban desesperadamente los alquimistas medievales, a saber, la piedra filosofal. Si hace solo cinco años eran los insensatos a los que no podía confiárseles nada – a excepción de los Tripartitos socialistas, en los que se les dio de todo, menos una tiendecita con derecho a vivienda, por decir algo -, ahora se han convertido en los serios de la película.

Claro está que en Madrid tienen a ésos émulos de Hernández y Fernández de Tintín, nos referimos a Tardá y a Rufián. Pero son espantajos, muñecos con los que asustar a los de siempre, puros actores disfrazados de diputados que siguen la puta del clásico, cumpliendo a la perfección lo de “gritóle, fuese y no hubo nada”.

Predicar y dar trigo

Junqueras, que se sabe vicepresidente económico de una Generalitat endeudada – más de setenta mil millones de euros – y prácticamente paralizada por la falta de mayoría parlamentaria, está decidido a hacer un sorpasso efectivo y militar a sus antiguos socios de Junts pel Sí.

Porque las relaciones entre Soraya Sáez de Santamaría y Junqueras son buenas. Muy buenas. Tanto, que se pasan el día llamándose y enviándose mensajes de WhatsApp. Sin ir más lejos, el otro día, Junqueras tuvo paralizada una entrevista que le hacían en televisión en directo debido a que le sonó el móvil y, al ver la pantalla, se le iluminaron los ojos mientras musitaba: “Es Soraya”. Se fue a un rincón del plató y allí estuvo sus buenos cinco minutos,

¿Se ha dado cuenta, tarde, pero al fin, que una cosa es predicar y otra dar trigo? ¿Ha caído del caballo camino de Damasco y ahora recoge la tradición convergente de hacerse pasar por un terrible antiespañol en Cataluña, para luego ir a Madrid a ver qué hay delo suyo? Claro que sí. El historiador metido a político reconoce en la intimidad – mira, como Aznar con el catalán – que ni la economía es lo suyo ni la alianza con la ex convergencia se aguanta por ningún lado. Con la mirada puesta en unas próximas elecciones catalanas, el líder de Esquerra piensa en tres objetivos: primero, conseguir que el hombre del frac no le acose por no pagar ni la luz; segundo, arrinconar del todo a una convergencia que está para que le den la extremaunción; tercero, tender puentes de diálogo con el PP, que es quien reparte la tela en Madrid, y hacer lo propio con Colau e Iceta para crear un cordón sanitario contra las CUP y un Tripartito ex novo.

Tiene faena, el hombre.

Soraya: “Dinero no os faltará”

Eso aseguran que ha dejado claro la vicepresidenta del gobierno de Rajoy a un Junqueras que está con la camisa que no le llega al cuello. Con más fuegos que en las fallas, ha de afrontar unos presupuestos que las CUP remolonean en aceptar, un Conseller de Sanidad, Toni Comín, que aparte de ser lo peor que se ha visto en éste terreno, que ya es decir, tiene la adjudicación de un concurso por valor de más de cuatrocientos millones de euros en terapias respiratorias domiciliarias y la cosa tiene más trampas que una película de chinos, y el gasto corriente que, si se paga, es porque los fondos del FLA lo van cubriendo. Resumiendo, no hay ni para pipas.

Por eso, Soraya, que es lista, le ha dejado el mensaje claro: si hacen bondad y rebajan el tono, dinero no va a faltar. No hace falta decir que el bueno de Oriol ha comprado el paquete con una rapidez digna del Correcaminos. No quiere pasar a la historia – ¡que manía tienen todos éstos con pasar a la historia! – como un fracasado. Digamos que en éste culebrón venezolano ninguno de los dos protagonistas ama de verdad, claro. Como en todas las exclusivas, los motivos que aducen públicamente poco o nada tienen que ver con sus intenciones reales.

Soraya quiere eliminar de una vez por todas el “problema catalán” que, siendo serios, siempre ha sido el de una mala financiación por parte del estado y una pésima gestión por parte de la Generalitat. Hay que acabar con el impasse creado por Mas y su terrible huida hacia adelante, calmar las aguas, confiarlo todo a una reforma constitucional y procurar que no se note la tramoya. Soraya aspira a la sucesión de Rajoy y, ya que está, la muchacha quiere tenerlo todo atado y bien atado.

Junqueras hace lo propio. Sabe que una buena parte del voto convergente y las CUP va a ir a su saco. Y se pretende ofrecer al electorado como el independentismo “razonable”, sin caer en la radicalidad de los cupaires y sus copas vaginales o en la pesada losa del tres por ciento convergente.

Así las cosas, ambos se llaman, se envían mensajitos, se reúnen en secreto – sí, sí, se ven de extranjis incluso a espaldas de Puigdemont, que es el pobre marido engañado de ésta farsa – y van a ponerse de acuerdo más pronto que tarde.

De momento la vice busca oficina en Barcelona. ¿Habrá bodorrio?