Desde hace ya demasiadas semanas, hay una campaña organizada contra Susana Díaz, por esos compañeros que se denominan críticos, atacando y debilitando su imagen, en la creencia de que conseguirán hacerla caer. Como si mear hacia arriba no tuviera consecuencias y cómo sí pudieran evitar recibir salpicaduras. De sobra se sabe que estas cosas no sólo dañan la imagen de Susana, sino a la estructura del partido en Andalucía, contrarrestando las acciones de oposición al gobierno de la Junta, diluyendo nuestras acciones y dándole a la derecha munición para responder, usando lo que estos compañeros publican en prensa.  Creo que estos compañeros no han entendido lo que significa ser crítico con la dirección y pasan a actuar con un excesivo grado de deslealtad, que desgraciadamente tendrá consecuencias electorales. Sea con Susana Díaz en cabeza o con cualquier otra persona al frente, esa avalancha de proclamas y manifiestos varios, terminará pasándole factura al partido socialista.

Siempre he defendido la teoría de que el día que no haya críticos en el PSOE, este partido no será el PSOE, sino un sucedáneo sin chicha alguna. Pues sí hay una característica que nos define a los socialistas es precisamente nuestro espíritu crítico y autocrítico, sobre todo. Una molécula socialista que algunos malinterpretan o utilizan interesadamente para atacar a otros, haciendo uso de una crítica destructiva en vez de la imprescindible crítica constructiva. Personalmente siempre me he considerado de espíritu crítico, sobre todo con la dirección regional de Susana Díaz y no me he ocultado en ningún momento. Otros que hoy salen del armario a la palestra, como “Mesías”, parecían muy cómodos dentro del establishment. Siempre he tenido muy claro el no hacerle la ola al de turno y manifestar internamente mí disconformidad con determinadas líneas políticas o acciones. Eso no está reñido con que cuando toca remangarse no eluda mi responsabilidad como militante y colabore dentro de mis posibilidades en lo que sea preciso. 

Tras pasar por algún movimiento “crítico”, y hasta propiciarlos. No puede uno hacer otra cosa que cuestionarse el verdadero sentido de dicha definición, pues en su mayoría suelen ser movimientos “capitaneados” por diversos ex-algo en el partido, movidos por cierto sentimiento de revancha, por haber sido desposeídos de la relevancia política que tenían antaño o con expectativas políticas frustradas. Suelen ser gente anclada en la crítica de todo lo que se menea y en huelga de brazos caídos constante, que justifican con supuesta disconformidad con la dirigencia de turno. Obviamente es una postura bastante cómoda, pues criticar es más fácil que gestionar y sí de camino no me implico no me salpican los posibles fallos de gestión. A este tipo de gente me he referido en más de una ocasión como “amalgama de cabreados varios”, pues nada que no sea “devolverles” su poder estará bien para ellos. Se puede ser crítico y a su vez ser leal, pues siempre digo que “ser leal no es sinónimo de sumisión” pero hay quién piensa que ser crítico es ser vengativo, revanchista y oportunista y actúan como tal.

Rodríguez de la Borbolla, hace poco dijo que: “Los líderes actuales, sean del PSOE, del PP o de IU, vienen de escenarios viciados, que son las organizaciones políticas juveniles, ámbitos de poder sin súbditos ni destinatarios donde lo que se aprende es politiquilla y a conspirar. El triunfo es tener el poder, da igual para qué. Y el poder se persigue para algo. La generación actual de políticos quiere el poder para estar, no para hacer.  Esa es la sensación que tengo con los que aspiran a removerle la silla a Susana, que quieren el poder para estar y no para hacer. Más allá de proclamas huecas de contenido, llamando al cambio y a la renovación, no veo que pongan sobre la mesa medidas de algún tipo.  El poder sirve para hacer cosas, para poder cambiar, para poder mejorar, incluso para equivocarte. Sí equivocarse es un riesgo que asume quien toma decisiones y actúa, algo que parece no afectarles a quienes tienen como única función la crítica.

Hace ahora algo más de dos años desde que el PSOE, por primera vez en la historia era desalojado de la presidencia de la Junta de Andalucía. Una institución que desde su creación no había conocido un gobierno de otro signo político, por lo que era de esperar que tarde o temprano se tendría que dar tal situación. Habiendo sido Andalucía la región en la que más años había gobernado ininterrumpidamente la misma formación política. A finales de 2018 con Susana Díaz de candidata, aún a pesar de haber vuelto a ganar las elecciones por enésima vez, la aritmética parlamentaria propició un gobierno de coalición, en el que esta vez no estaba el PSOE al frente.

Para la mayoría de mis compañeros, esto era algo así como una debacle, yo lo veía como algo normal, que tarde o temprano debía suceder. Es más, estoy convencido de la necesidad de una cierta alternancia política para romper con cierto acomodamiento institucional del que ya se venía dando señales desde mucho antes de la llegada de Susana Díaz a la presidencia. En 2109 escribí una reflexión de nominada “Cainismo Socialista” en la que ponía de manifiesto como observaba con estupor, sonrojo e indignación como algunos “cainitas seudo-socialistas con carnet”, muchos de ellos del autodenominado sector crítico, se vanagloriaban y mofaban de la pérdida del gobierno de la Junta de Andalucía. Como si estuvieran a aquello que parafraseando al ex ministro Montoro: “Que caiga Susana, que ya levantaremos nosotros el partido”.

Unos “seudo-críticos”, que se conjuraron a no colaborar durante aquellas elecciones autonómicas y que ahora se quieren vender ante la militancia como “el cambio” o la renovación, teniendo casi todos ellos un amplio historial de cargos varios a sus espaldas. Digo yo que algo de culpa tendrán también en el devenir reciente del partido. Pero, además, desde hace unas semanas han comenzado una campaña coordinada en prensa dedicada a cuestionar a la todavía secretaria general.  Este partido tiene unas reglas de funcionamiento y si alguien no está de acuerdo con las formas empleadas por la dirección y considera necesario un cambio, no tiene otra cosa que hacer que promover una moción de censura y forzar un congreso extraordinario. Si no es eso lo que quieren hacer. Que dejen de sabotear la labor de la dirección regional, que arrimen el hombro hasta la próxima “contienda orgánica”, para la que falta muy poco y que midan sus actos y palabras en público. En privado, pueden, (deben), recriminar todo lo que no les guste y sin pelos en la lengua. Pero toda acción que transcienda fuera del ámbito interno del partido, no hace otra cosa que debilitar al partido y fortalecer al PP. Precisamente todas estas acciones les está facilitando un balón de oxígeno, que no tendrían si todos actuáramos con la debida cautela y discreción.

Francisco Medina Pendón es secretario de Política Municipal del PSOE-A de Vélez-Málaga